Analytica

I WANT TO BREXIT

Antes de comenzar a analizar las consecuencias políticas del Brexit, vale la pena ensayar una aproximación a los motivos de más de 17 millones de isleños (en su amplia mayoría, adultos del norte de la isla) que votaron por el “Leave” pues las elecciones son “los” momentos en que las sociedades “hablan” y proveen un insumo analítico invalorable. Y porque la Unión Europea (UE) es, además, el proyecto de integración más ambicioso de los últimos siglos.

¿Por qué ganó el Brexit (ajustadamente, por cierto) pese a que el establishment político, mediático y social estaba a favor del “Remain” y las consecuencias económicas de la desvinculación, para un país que crece y tiene desempleo e inflación baja, no eran (ni son) menores?

Sin ahondar en profundidad, podemos decir que el Brexit expresó un enojo difuso con las élites nacionales (una tendencia que vemos en muchos países del mundo con especial énfasis luego de la caída de Lehman Brothers) y un temor cultural (y económico) a la globalización. Eso incluye a la inmigración que fue, por lejos, el issue más debatido durante la campaña, y hoy es eje del debate público en toda Europa. Eso se montó sobre un sentimiento anti-UE precedente y clásico de los isleños (en rigor, su adhesión a la UE era muy ad hoc), que se agravó desde la crisis de subprime, que desnudó las falencias de la UE. Esos sentimientos (y los contrarios pues el “remain” obtuvo más de 16 millones de votos) son típicos de la era de globalización creciente que, creemos, no se detendrá (más allá de alguna pausa y contramarcha lógica) y eso sugiere el hecho de la población urbana más joven haya votado abrumadoramente por quedarse en la UE.

Dicho esto, ¿cómo sigue la película? Por ahora, mientras la efervescencia disminuye, hay que prestar atención a las negociaciones entre el Reino Unido y una UE que quiere acelerar los tiempos para minimizar los costos colaterales y encapsular la crisis. Pero los tiempos son otros para la política británica y, si bien se presume que será el conservador Boris Johnson el que lidere la salida, aún no está en el poder y, más importante aún, no se sabe precisamente qué pretende. ¿Acaso él sabe? Veremos qué mensaje envía Bruselas tras la cumbre de jefes de Estado de la UE que se convocó para el martes. Allí está el nudo gordiano y eso será, junto a los potenciales coletazos mundiales, lo que mirarán los mercados. Asimismo, hay que mirar qué pasará en el vecindario: Escocia (que votó a favor del “remain”) podría ir en busca de un segundo referéndum separatorio, y también habría que mirar a la pequeña Irlanda del Norte.

Hay quienes creen, sin embargo, que el Brexit va más allá de Europa y, por ejemplo, se inmiscuirá en “la” elección del año: las presidenciales de EE.UU. de noviembre. Todavía no hay señales la salida del Reino Unido haya inclinado la balanza hacia Donald Trump (que se “subió” al resultado), más allá de las coincidencias discursivas entre él y la campaña del “leave”. Por ahora, las encuestas dan como nítida favorita a Hillary Clinton y las elecciones españolas del domingo invitan a minimizar el impacto electoral del Brexit en otras latitudes.

Como “cisne negro” que fue (aunque las encuestas daban al Brexit como una posibilidad cierta), hay muchos desarrollos que podrían llegar a dispararse (vale enfatizar el potencial) y hoy no se ven claramente pues han pasado pocos días del referéndum.

Todo se resume en la volatilidad financiera y, por ende, potencialmente económica: esa será la gran determinante para ver cómo sigue la película de la economía global y ella, a su vez, será clave para moldear la conducta de los distintos países ante un suceso que nadie tenía “priceado” y que, lógicamente, explica la turbulencia financiera que estamos viendo estos días. La moneda aún no tocó un piso y en los próximos días tendremos un panorama más claro sobre qué implica el Brexit para todos (y todas).