Analytica

¿HACIA DÓNDE VAMOS?

La gira internacional que está realizando Mauricio Macri por el mundo desarrollado sirve para reflexionar sobre la orientación que tendrá la política exterior, y comercial en particular, en la era Cambiemos.

La herencia, aquí también, es muy  pesada y el Gobierno está muy activo y con muchas ganas de revertirla: en la era kirchnerista, el país se había cerrado (recordemos las DJAI’s, castigadas por la OMC), limitado su menú de aliados por “peleas” o falta de iniciativa y exhibía una notoria inacción en materia de negociaciones internacionales, mientras el mundo avanzaba sin pausa en la integración comercial.

Como ocurrió con la deuda pública, el país debe salir del default aquí también.  Los perjuicios del ostracismo kirchnerista son notables: el país exporta poco (y a pocos mercados) y la Inversión Extranjera Directa (IED), que inundó la región en los 2000, aquí entró a cuentagotas.

Si el Gobierno quiere, y debe, exportar más y recibir más IED, la política exterior es (junto a otros factores, que también se están estudiando) un arma clave. Algunos “brotes verdes” ya se están viendo y el país ha logrado reactivar en poco tiempo varias relaciones bilaterales dormidas. La lectura oficial es que el país “regresó” al mundo.

Pero, ¿se avanzará más allá de las bienvenidas visitas protocolares, la alentadora solución de pleitos con el mundo (por ejemplo, haber salido del Veraz global) y la positiva mejora reputacional del país en el mundo?

La buena voluntad, como estamos viendo con el desempeño de la economía, no alcanzará y que el Gobierno logre lo que pretende dependerá de varios factores fuera de su alcance y, entre ellos, se encuentra uno no menor: la histórica reticencia nacional al libre comercio. Como en la vida, uno no siempre puede hacer lo que quiere. Por ahora, entonces, centraremos el análisis en lo que quiere el Gobierno y otear, así, las eventuales complejidades que puedan surgir en el camino.

El lema que resuena entre quienes piensan estos asuntos en el Gobierno es “integración inteligente” y el Mercosur será la plataforma. El país no se va a “cortar solo” (y hace bien dada la relevancia de Brasil para la industria local) y, por eso, las recientes palabras de Macri desde Chile, cuando participó como observador de la Alianza del Pacífico, apuntaron hacia el “congelamiento” del Mercosur. El Gobierno interino de Brasil es un mejor aliado para el país que el PT para descongelar el bloque y pensar en nuevas negociaciones más allá del vecindario. Recién cuando se consolide como Gobierno definitivo sacará la cabeza de los asuntos internos y empezará a jugar más regional y globalmente.

“Queremos ampliar la red de acuerdos con la Alianza del Pacifico, los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, entre otros. Vamos a impulsar negociaciones internacionales desde el Mercosur, acuerdos comerciales que involucren reducciones arancelarias y tratados de Libre Comercio con la Unión Europea, Canadá y con la Asociación Europea de Libre Comercio”, dicen desde encumbrados despachos en Balcarce 50.

Un factor clave será la economía y los problemas internos. Cuanto mejor ande la primera y menores problemas internos haya, más tiempo y menos ataduras tendrá el Gobierno para avanzar en su agenda. Y viceversa.

La agenda es ambiciosa, las resistencias son grandes, los tiempos son escasos pues éstas negociaciones duran tiempo y, por ende, la probabilidad de avanzar en nuevas negociaciones son, a priori, no muy alentadoras antes de las elecciones de 2017. La clave estará en la fortaleza de la voluntad oficial, el juego de Brasil y las resistencias internas que vayan surgiendo: la confluencia de estos factores determinará hacia dónde irá el país.