Analytica

¿SÍ, SE PUEDE?

Hacer política en la Argentina nunca es fácil. Menos aun cuando la economía necesita terapia mayor y, para peor, el gran público no lo perciba así y tenga, por ende, menos tolerancia a esa medicina oficial, habitualmente amarga. Menos aun cuando el oficialismo es minoría en el Congreso, tiene al PJ desempleado enfrente y debuta en el Poder Ejecutivo.  En esas condiciones, gobernar no es fácil y cumplir las promesas se complica.

Se suele decir que el Gobierno subestimó la herencia recibida y sobreestimó sus propias capacidades. Siguiendo con ese argumento, podemos afirmar que la Casa Rosada enfrenta una situación compleja que debería internalizar e incorporar más temprano que tarde a su proceder.  Tanto por subestimar la herencia como por sobreestimar sus capacidades, su habilidad para cambiar un país que juzgan (acertadamente) como disfuncional es limitada. La política, además, altera el calendario. Recordemos el tiempo y la energía que insumió el debate por la ley “anti-empleo”.

Ese mar de fondo se combinó con errores varios en el diagnóstico, la ejecución y el impacto de algunas medidas, aunque, ciertamente, el Gobierno solucionó varios problemas heredados, alejó a la economía de un nuevo cimbronazo macroeconómico (una cercanía que, como decíamos, no era perceptible para el gran público) y desactivó varios de los riesgos que enfrenta un oficialismo no peronista que debuta en el Poder Ejecutivo.

Pero, en el camino, tuvo algunos desatinos y debió dar vuelta sobre sus pasos más de una vez. Intentó salir elegantemente diciendo que es un Gobierno que reconoce sus errores y corrige a tiempo (a diferencia del obstinado kirchnerismo, que siempre iba a fondo), defensa que no llega a compensar esos fallos pues el objetivo de la política es, naturalmente, solucionarlos minimizando los costos. Su capacidad para reactivar la economía corrió, por ahora, la misma suerte: la recesión se agudizó, la inflación se disparó y la situación social se deterioró.

El baño de realidad va llegando lentamente a algunos despachos oficiales, cuyos ocupantes transitorios se empiezan a atemorizar con lo que les va a deparar las cruciales elecciones legislativas de 2017. Saben que deben tener un gran desempeño en esa instancia electoral y empiezan a descreer de su capacidad de exhibir grandes mejoras en la calidad de vida de los argentinos.

Un temor oficial que no debe soslayarse, pero que tampoco debe exagerarse. La economía, dicen los que saben, tenderá a mejorar gradualmente y, sobre todo, el Presidente mantiene números respetables ante la opinión pública.  Además, falta un trecho largo para volver al cuarto oscuro.