Analytica

IINDEC-IFRABLE

El gobierno está reconociendo que había que hacer cambios, no sólo por el revés electoral de las últimas elecciones, sino también porque ya no podía seguir negando los problemas económicos. Ahora no hay dudas que la inflación es alta, que la situación fiscal es complicada, que el saldo comercial cayó en picada y que hay que cuidar las reservas internacionales, que se ubican en un umbral de cuidado. Queda claro que el modelo de constante estímulo al consumo sin generar condiciones propicias para la inversión y mejorar las exportaciones, más temprano que tarde termina limitando el crecimiento.

El sinceramiento de las estadísticas oficiales empezó en febrero pasado. Con la excusa de una nueva metodología, el INDEC presentó el nuevo índice de precios al consumidor nacional urbano (IPCNu) en el cual reconoció que la inflación ya no era estable en torno de 1% mensual -como lo informó durante 7 años consecutivos- sino que había pegado un salto: si bien el IPCNu debutaba con los datos de enero, analizando por dentro el índice se puede apreciar que desde octubre pasado la inflación minorista promedió 3% mensual. Es decir que lo que suben los precios en Argentina en un mes, en la región lo hacen en al menos  seis, en tanto que en los países desarrollados en un año.

La sorpresa continuó en marzo con la publicación del PBI. Si bien había que difundir el dato del cuarto trimestre del año pasado y con ello el definitivo anual, el INDEC sólo informó que el crecimiento de todo 2013 no fue el 4.9% reportado  el 21 de febrero pasado, sino que fue de sólo 3.0%. Sin explicar por qué de tamaña corrección ni tampoco publicar la apertura de la demanda agregada, insumo necesario para determinar la performance del consumo. Todo quedó empañado por las novedades que trajo este dato para los bonos atados a la dinámica del PBI: al no superar el 3.22% de aumento del producto, no se gatilla el pago del cupón que hubiera significado cerca de USD 3.500 M. No es una mala noticia para el BCRA, dado que el pago representa 13% de las reservas internacionales.

Pero las dudas sobre el INDEC se multiplican. Con esta importante corrección tanto en las variaciones de los precios como en las cuentas nacionales, los datos de la pobreza e indigencia también deberían ser modificados y seguramente estén muy por encima de los publicados hasta el momento. También hay dudas en las estadísticas del mercado laboral respecto de los salarios a nivel general (y los del sector privado no registrado en particular) y en el nivel de empleo. De hecho, el reducido nivel de desempleo informado por el INDEC fue por una dudosa caída en la cantidad de personas que buscan trabajo.

Ahora, las inconsistencias llegan también a los datos de comercio exterior. Concretamente, el saldo comercial informado por el organismo nacional de estadísticas en 2013 marca un superávit de USD 12.155 M, muy superior informado por el BCRA en sus estadísticas del Balance Cambiario (de apenas USD1.800 M). Si bien se sabe que el INDEC utiliza el concepto de devengado (es decir, registra las exportaciones e importaciones en el momento en el que acuerdan las partes, independientemente si se pagan o no) y el BCRA el de liquidado (la operación se registra cuando se liquidan las divisas correspondientes independientemente si se embarcaron o no), existen diferencias que superan las meras cuestiones metodológicas. Veamos.

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Las exportaciones informadas por el INDEC históricamente solían ser superiores a las del BCRA ya que ciertos sectores no estaban obligados a liquidarlas en su totalidad; son los casos de la minería que estaba exenta y el petróleo que estaba obligado a liquidar al menos el 30% de sus exportaciones. Esto explica en gran medida la diferencia en promedio del 5% entre lo devengado y liquidado que se verificó entre 2003 y 2011. En 2012, al eliminarse los beneficios para estos sectores, estas diferencias prácticamente quedaron anuladas. En cambio, en 2013 las exportaciones de fuente INDEC resultaron 10% superiores a las del BCRA sin que se justifique por alguna cuestión metodológica. Podría considerarse entonces que el INDEC en 2013 sobrestimó las ventas externas en no menos de USD 6.000 M.

Por el lado de las importaciones, la diferencia entre ambas fuentes solía darse por la financiación de las importaciones. En épocas en que existe disponibilidad de financiamiento, los pagos por importaciones suelen ser muy inferiores a los devengados, en tanto cuando se limita el financiamiento y las expectativas de devaluación aumentan, crece la importancia de los pagos anticipados de importaciones. En los hechos, entre 2003 y 2011 la relación entre lo pagado y lo devengado promedió 90%, mientras que en 2012 subió a 100%. En 2013, siguió subiendo y llegó al 105%, es decir se pagaron más importaciones de las que efectivamente ingresaron. Parte de esta diferencia puede darse por el fuerte incremento de los pagos anticipados de importaciones, que aumentaron 64%. En este aspecto, si el INDEC estimó de manera correcta las importaciones, implica que en los próximos meses debería comenzar a registrarse un mayor ritmo de importaciones del contabilizado en el mercado de cambios.

Quizá como parte de este sinceramiento de las estadísticas, el INDEC marcó que el saldo comercial del primer bimestre fue de apenas USD 80 M, muy alejado de los USD 800 M registrados en el mismo período de 2013.

En estas condiciones, más allá de cuestiones metodológicas y de reconocimientos tardíos en las estadísticas oficiales, lo que importa es la realidad. La Argentina se quedó sin saldo comercial para financiar la salida de capitales del sector privado y los vencimientos de deuda del sector público. Haber evitado el pago del  cupón del PBI le quita una mochila pesada a las reservas internacionales, pero está lejos de ser una solución. Para un gobierno que difícilmente recupere la  credibilidad necesaria para bajar sustancialmente el costo de financiamiento, se opta por el mal menor. Aun así, si el saldo comercial continúa con la tendencia de los últimos meses, las reservas seguirán bajo presión.