Analytica

NO GANA NADIE

La política metió la cola y el debate por ganancias perdió sentido económico. Está claro que aliviar la carga tributaria es un paso necesario para reactivar el consumo y la inversión, pero hay que hacerlo de manera ordenada y mirando el equilibrio general. Además de enrarecer el clima político, el proyecto aprobado llega en un muy mal momento, no sólo porque complica aún más el panorama fiscal de Nación y Provincias, sino también porque pone obstáculos innecesarios en el blanqueo de capitales. Argentina tiene que evitar volver a cometer el pecado de la imprevisibilidad.

El debate en torno al impuesto a las ganancias no es nuevo. La inflación de la última década alimentaba a las paritarias mientras que las escalas del impuesto no se modificaban en la misma magnitud. Esto provocó un creciente malestar entre los trabajadores registrados, pues alcanzaba cada vez a empleados y los iba subiendo de escala. De hecho, mientras que en 2003 la recaudación por este impuesto representaba el 0.5% del PBI, en 2015 había subido a 1.4% y afecta a casi 2 millones de trabajadores (1,5 M en relación de dependencia y 0,4 de autónomos). Esta suba no sólo la aprovechó el Tesoro Nacional, sino también las provincias dado que el 64% de lo recaudado es coparticipable. No haber abordado el tema en tiempo y forma le quitó progresividad al impuesto y se intentaron diversos parches para contener la presión sindical. Tal fue la presión que encarar este problema fue una promesa de campaña de todos los candidatos.

Como lo hemos destacado en diversos Analyticos durante el año, habiendo resuelto el acceso al financiamiento y bajado las tasas de interés, el gobierno de Macri encaró una política de ajuste fiscal muy gradual en la que combinó rebaja de impuestos (la primera vez en más de una década) con cierto ajuste en el gasto. En cuanto a los primeros, además de eliminar las retenciones para todos los productos exportables (salvo para la soja que lo redujo un 5%), también avanzó en la actualización del impuesto a las ganancias: subió casi un 100% el mínimo no imponible y lo “emprolijó” eliminando la exención basada en el salario bruto de 2013, medidas que le costaron $50.000 M de recaudación. Sin dudas que fue un avance pero con gusto a “poco” dadas las expectativas.

La idea del oficialismo era seguir en esta línea de acomodamiento gradual adecuando las deducciones y las escalas. En términos generales, el Mínimo No Imponible (MNI) tendría un alza del 15%, lo mismo que subirían las deducciones personales, se actualizan los tramos de ingresos netos de la tabla que se usa para el cálculo del impuesto y se modifican alícuotas. Por otro lado propone reducir los vínculos familiares para descontar. Estas modificaciones tendrían un costo fiscal en torno a $33.000 M (0.3% del PBI).

Pero así como destacamos el buen manejo que tuvo el gobierno del Congreso en la primera etapa de mandato, en el último mes acumuló tres derrotas en la Cámara Baja que encienden luces amarillas de cara al 2017. Lo más importante en términos económicos es que la oposición se unió en un solo proyecto para modificar el MNI. A primera vista parece mucho más “generosa” dado que propone subir 40% el MNI y habilita mayores deducciones, todo lo cual tendría un costo fiscal de entre $70.000 y $80.000 M dependiendo del efecto que genere sobre la recaudación a través del mayor consumo.

El proyecto de la oposición incluye medidas como el impuesto a la renta financiera, el restablecimiento de las retenciones a las mineras y un impuesto a los inmuebles “improductivos”. Además de tener un impacto fiscal limitado, pues se podría recaudar poco menos de $20.000 M, todas estas medidas llegan en el momento menos indicado: desincentiva el ahorro, retroceden en la idea de mostrar a la Argentina como un país previsible con un buen clima de negocios al tiempo que puede perjudicar el normal desempeño del blanqueo de capitales. Todos aspectos que, a nuestro juicio son claves para el rebote de la inversión que esperamos para el año que viene.

Así las cosas, la política es la variable más aleatoria que debe manejar las decisiones de inversión, más aún en un contexto en el que los brotes verdes demoran en florecer. Si bien esperamos que el proyecto opositor no termine de madurar, lo cierto es que se viene un contexto político que le irá marcando la cancha al gobierno. Será clave la habilidad del gobierno para negociar “sin doblar” para ubicar a las finanzas públicas en un sendero estable. La reactivación será el mejor remedio para aplacar la incertidumbre.

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