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ESA MALDITA BRECHA

Ante la abrupta y acelerada caída de las reservas internacionales el gobierno decidió aliviar la restricción externa para evitar la clásica crisis de balance de pagos. Devaluó el peso (23% en lo que va de 2014 y 55% en los últimos 12 meses) y el BCRA combinó una receta ortodoxa de suba de tasas con otra de carácter discrecional para frenar el drenaje. ¿Prueba superada? Sí, para los próximos meses: las reservas y el tipo de cambio se estabilizaron y ahora se espera un buen ingreso de divisas por la cosecha de soja que permitirá, en principio, recuperar algo de los dólares perdidos.

¿Es suficiente para aliviar con más consistencia la escasez de divisas? No. La devaluación recalentó los precios, dejando que la inflación se ubique en los niveles más altos desde 1991. Otra limitación es el déficit energético; la devaluación se traslada directamente al costo de la energía y como el gobierno subsidia parte de este costo, las cuentas del Tesoro se ven perjudicadas justo en tiempos que la restricción fiscal está bien activa.

Así, la devaluación sin plan no resuelve el problema de fondo. Si bien estabilizó al mercado cambiario y mejoró la recaudación por impuesto inflacionario y retenciones, no es suficiente porque el gasto crece más que los ingresos. Volvemos entonces a analizar la “brecha” entre el crecimiento de los ingresos y los gastos, pues su evolución será determinante para controlar la transición al 2015.

Concretamente, en el primer bimestre de 2014 el déficit fiscal fue de $10.800 M, más de cuatro veces superior al de igual período de 2013. El deterioro es tan marcado que incluso el resultado primario terminó con un rojo de casi $5.000 M, siendo el primer déficit para esta altura del año desde 2002. El desequilibrio de las cuentas no es por una cuestión de ingresos, que entre enero y febrero subieron 38% i.a., sino porque el gasto no da señales de moderación al marcar en estos primeros dos meses un alza del 44% i.a.

El buen dinamismo de los ingresos fue producto de la aceleración en la recaudación de impuestos, que en los primeros dos meses del año duplicó la tasa de crecimiento que tuvo en el último trimestre del año pasado y creció 41% i.a. Los que más contribuyeron a esta mejora fueron el IVA y los impuestos al comercio exterior. Por el lado del gasto, todos los rubros crecieron muy encima de lo que lo hacían en 2013, pero las subas más destacadas se concentraron en los subsidios (que aumentaron casi un 70%) y el déficit operativo de las empresas públicas, que se cuatriplicó.

Como comentamos, la aceleración del gasto se explica principalmente por la devaluación y la inflación. Este año la decisión de mantener las tarifas de servicios públicos retrasadas será una carga mucho más pesada para el Tesoro. De hecho, en 2013 los gastos por este concepto llegaron a $134.000 M (14% del gasto primario), de los cuales $34.000 M de destinaron al sector eléctrico, $31.000 M para importar gas, otros 32.000 M fueron para transporte y $7.200 fueron a subsidiar las tarifas de agua. El encarecimiento de los costos internos y en especial de los combustibles luego de la devaluación dificulta reducir nominalmente estos montos. La decisión de contener (o “redistribuir”, en la jerga oficial) subsidios comenzando por las tarifas de agua y gas apunta a moderar ese impacto fiscal. Por el momento, el ahorro previsto es mínimo y ni siquiera compensará el incremento de los subsidios del primer bimestre, mientras que el impacto sobre las tarifas es considerable, al prever un alza de entre 100% y 300%.

Los datos fiscales de marzo no son alentadores. La recaudación ya está creciendo menos y por debajo de la inflación, lo que marca que la actividad comienza a deteriorarse. A esto se vendrá la inexorable presión para que el gobierno vuelva a ajustar el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias sobre los salarios, con lo cual no puede esperarse mucho más del lado de la recaudación tributaria. Apenas las retenciones por las exportaciones del complejo sojero mejorarán algo en estos meses la caja fiscal. Por el lado del gasto, están al caer los aumentos de salarios, jubilaciones y transferencias a las provincias. En la cuenta del debe, el Tesoro deberá incluir mayores pagos por intereses y capital.

Financiar el bache fiscal es muy costoso. Recientemente, el Tesoro testeó el mercado interno de deuda colocando el primer tramo del Bonar 2017 por $5.500 M y a pesar de haber contado con la ayuda del Banco Nación y la ANSES, debió convalidar una tasa de interés de casi 30% anual.

Sin financiamiento voluntario, quien recibe toda la carga de las necesidades financieras del gobierno es el Banco Central. De hecho, en el primer trimestre, la autoridad monetaria ya le giró al Tesoro $15.600 M, cinco veces más de lo que transfirió en igual período del año pasado. De no moderar las necesidades financieras del Tesoro, el objetivo del BCRA de retirar pesos del mercado para quitarle presión al dólar se complicará cada vez más, no sólo porque tendrá que cubrir la brecha entre ingresos y gastos, sino porque ahora comienzan los vencimientos de letras emitidas a principios de año que pagaron tasas de 30% anual.

En este escenario se hace imprescindible avanzar en reducir el desequilibrio fiscal. La inflación está afectando más a los ingresos que a los gastos, que muestran menor flexibilidad. Si no se avanza, todo el ajuste del primer trimestre habrá sido en vano. Se agotan los tiempos para una sintonía fina.

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