Analytica

LICENCIA PARA GOBERNAR

Por Julio Burdman

Desde 1983 en adelante, y desde antes también, la democracia argentina nos tiene acostumbrados a resultados mayoritarios en elecciones presidenciales, y a mayor distribución de los votos en elecciones legislativas. Y desde que existen las elecciones legislativas de medio término -una invención de la reforma constitucional de 1994, que instauró las presidencias de 4 años-, la PASO del domingo 13 de agosto fueron las primeras en las que un oficialismo obtuvo más votos en las legislativas (37% en primarias, y en octubre podría mejorar) que en las presidenciales de origen (34%). La excepción sería la elección de 2005: entonces, el kirchnerismo obtuvo más votos que en 2003. Una comparación más que oportuna.

Pero el mérito de Cambiemos es por partida doble: a diferencia de Kirchner, Macri se superó a sí mismo en un contexto económico poco favorable. Como Macri y Vidal admitieron a lo largo de la campaña, los efectos de la recuperación económica no han llegado a la calle. Ganaron a pesar de la economía, y no gracias a ella. O en todo caso, Cambiemos logró que una parte del electorado creyera que el oficialismo puede resolver los problemas económicos mejor que la oposición

Por lo tanto, Cambiemos exhibe logros electorales tangibles: ganó las elecciones primarias de diputados nacionales en 10 de los 24 distritos (incluimos provisoriamente en esta lista a la provincia de Buenos Aires, aunque eso lo definirá el recuento definitivo) y en 4 de los 8 en los que había primarias para el Senado (incluyendo, otra vez, a Buenos Aires por ahora). En porcentaje, a nivel país sacó más votos en estas primarias para diputados nacionales que en las presidenciales de octubre de 2015. Si proyectáramos esos votos en bancas (recordar que esas elecciones son primarias y no se traducen en representación), Cambiemos hoy vería incrementar sus bloques. Además de que resultó ser la fuerza más votada a nivel nacional. Todo le salió bastante bien. pero hay algo aún mejor que todo eso para Macri: le ganó a las expectativas generales. En la relación política – economía, superar las expectativas es crucial. Porque eso es, en última instancia, lo que mueve a las decisiones. El tipo de cambio y la bolsa del lunes expresaron eso. Cambiemos sabe administrar las aspiraciones sociales del electorado, y las expectativas del mercado.

Con esta reválida en las urnas -que deberá reconfirmar en octubre, la elección real-, Macri logró un apoyo simbólico fuerte para seguir gobernando. Se crea un clima. En términos jamesbondianos, las elecciones legislativas parecieran estar dándole una Licencia para Gobernar. Algo que no necesariamente le dieron en 2015. En aquél ballotage, el electorado argentino prefirió a Macri antes que a Scioli, pero antes no lo había elegido en primera vuelta, ni había ganado las legislativas. Tampoco le dio demasiadas gobernaciones. Tuvo enfrente al malhumor de importantes sectores sociales y sindicales.

Esas restricciones a la gobernabilidad de Macri no cambiarán fácilmente. Pero el poder de los votos sirve para apoyarse ante las resistencias de mis adversarios a las reformas que quiero introducir. Macri está convencido de que Argentina necesita un shock de competitividad y que eso se logra bajando el gasto público, estabilizando más los precios y las tasas, aprobando reformas laborales y previsionales, inyectando inversión pública privada en obras de infraestructura. La elección de ayer fue, esencialmente, un espaldarazo para todo eso. O, en todo caso, así lo leyeron el gobierno y los privados. Ante los inversores Macri ya ganó: ahora sí creen que habrá ocho años de Cambiemos por delante.