Analytica

La coordinación (tal como la entiende el gobierno).

Por Julio Burdman.

En diversos informes anteriores del Analytico se planteó el problema de la coordinación que afecta a la política económica del gobierno nacional. Lo que se dice, en resumidas cuentas, es que hay un conjunto de políticas y medidas -por ejemplo, las últimas tributarias- que tienen efectos que se contradicen entre sí. Consolidación fiscal en detrimento de la sostenibilidad externa; inversión en detrimento del ahorro interno, y la lista sigue. Lo mismo se ha dicho de las relaciones entre política fiscal y previsional, o entre política energética e infraestructura.

No casualmente, la gran mayoría de los manuales de macroeconomía -por no decir la totalidad-, influidos por la tesis del equilibrio general, recomienda el comando unificado de la política económica. Entre los teóricos de la economía política, uno de los grandes fantasmas que se cierne sobre la estabilidad económica es el gobierno dividido que boicotea la coordinación. Dicho en otro lenguaje, cuando el desequilibrio político atenta contra el equilibrio macro. Fue el gran problema que el Cavallo de 2001, a pesar de ser un gran militante de la coordinación y el equilibrio (bajo su égida, claro), no pudo resolver: a pesar de que él tenía a todo el equipo económico en la palma de su mano (hizo echar a Pedro Pou del Central para reemplazarlo por el leal Roque Macarrone, y designó personalmente a todos los funcionarios con incumbencia económica del gabinete), el comando político del gobierno estaba partido al medio, y por lo tanto sus políticas económicas ya no eran creíbles.

A diferencia de lo ocurrido en aquél fatídico 2001, de coordinación sin gobernabilidad, la presidencia de Mauricio Macri parece haber alcanzado la segunda después del 22 de octubre. No tiene mayorías propias en el Congreso, y sigue siendo muy minoritario en las gobernaciones, pero haber sumado más votos y bancas, y tener nuevos entendimientos con los gobernadores peronistas (que también pedirán cosas a cambio, por supuesto) le brindan otro horizonte para implementar políticas.

También, podría decirse que este gobierno «más gobernable» está incrementando las metas de coordinación. De hecho, cuenta con un área de coordinación interministerial que ni siquiera forma parte del diseño formal del gabinete presidencial. Es una invención cambiemita, podríamos decir. Dos secretarías, Quintana y Lopetegui, dependientes de la Jefatura de Gabinete, funcionan como un tablero de comando de políticas públicas. Son los supervisores de los ministros. Coordinación no falta. Pero realizan la coordinación a partir de metas de políticas públicas. Es decir, hay otro tipo de coordinación. Los dos coordinadores no son macroeconomistas. Y tampoco lo es el Jefe de Gabinete al que reportan.

Este modelo queda expresado en la séptima Carta de la Jefatura de Gabinete (la del mes de noviembre), que es la publicación que utiliza la Casa Rosada para transmitir su visión sobre la marcha del gobierno. Aquí se plantean «tres pilares para el desarrollo humano». El texto está basado en la última presentación de Marcos Peña ante la Cámara de Diputados, y se explaya un poco más en la noción de «pobreza cero» que planteaba Macri en sus primeros discursos. Desarrollo Humano, un concepto muy vinculado al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo desde los años 90, sostiene que la pobreza es multidimensional, y que no debe medirse solo a partir del nivel de ingreso. Es un enfoque que no debe ser confundido con el desarrollismo argentino y brasileño, según el cual el bienestar de las personas -los frutos del «desarrollo»- está indisociablemente vinculado a la estructura productiva. Los tres pilares del gobierno de Cambiemos, según el documento, son: ingreso mínimo (asegurar un piso mínimo de ingreso familiar), calidad de vida (traducida en obras públicas: cloacas, transporte, vivienda, servicios públicos) y movilidad social (la dimensión más «aspiracional», ya que gira alrededor de la igualdad de oportunidades para que los individuos puedan acceder al trabajo formal y la educación). Siguiendo esta línea, se sostiene que el gasto social está aumentando progresivamente en relación al gasto público total desde que asumió Mauricio Macri: pasó del 67% en el período 2003 – 2015) al 65% en 2016 (leve disminución), 73% en 2017 y se proyectará en 76% en el Presupuesto 2018. Vale decir: el ajuste fiscal que Macri anunció el 30 de octubre no tocaría ninguna de estas partidas. Y además, las va a «coordinar» mejor.

Si bien se reconoce que el gasto social aumentó sustancialmente durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, este aumento anterior habría tenido lugar en un marco de «falta de planificación, coordinación y evaluación». La conclusión es que la falta de resultados sociales satisfactorios en los años del kirchnerismo (aumento de gasto social pero manteniendo altos niveles de pobreza) se debe a la carencia de coordinación de las políticas del Estado.

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En síntesis, el modelo de coordinación a partir de metas de políticas es estratégico y no macroeconómico. Hay, claro, un sentido de racionalidad económica sobrevolando: no hay metas «insostenibles» de políticas públicas en el tablero de comando. Pero en el modelo que se practica, la coordinación macro es una dimensión de las políticas públicas y no la columna vertebral del gobierno. Tal vez ello ayude a entender por qué el gobierno habla tanto de coordinación, tal vez más que ningún otro, y al mismo tiempo recibe cuestionamientos por descoordinación macroeconómica.