Analytica

Turbulento superaño electoral en América latina.

Por Julio Burdman

El año que comienza será particularmente intenso en materia electoral. Además de las elecciones intermedias en Estados Unidos y las presidenciales en Rusia, todos los países grandes de nuestra región -salvo Argentina- estarán renovando presidentes. Y muchos de ellos lo harán en un clima de turbulencia e incertidumbre.

El ciclo comienza el 4 de febrero, con las elecciones generales -presidenciales y legislativas- en Costa Rica. Un mes después, el 4 de marzo, habrá legislativas y municipales en El Salvador. Luego, el 11 de marzo, tendrán lugar las legislativas en Colombia. Y el 22 de abril, generales en Paraguay. Un país pequeño que generó gran expectativa económica en los últimos años, cuyo gobierno busca la continuidad.

A mediados de año, el ciclo se intensifica con tres elecciones presidenciales fundamentales: Colombia, México y Brasil. En Colombia se realizará la primera vuelta el 27 de mayo y la segunda el 17 de junio. Hay algunas novedades respecto de comicios anteriores, como la aparición de las FARC como partido político, el intento de los liberales de reconstituirse como opción, y la profundización de las diferencias entre las dos corrientes conservadoras en pugna, divididas por el proceso de paz y la política económica: el oficialismo y el uribismo. Todo indica que la oferta se fragmentará, y que la elección se resolverá en junio.

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Las elecciones generales en México se realizarán el 1 de julio. Allí no hay reelección ni segunda vuelta, y la pregunta central es si Andrés Manuel López Obrador, el eterno candidato del nacionalismo de izquierda, podrá vencer en esta oportunidad, ya que desde hace varios años cuenta con una base de votos importante. La hostilidad hacia los mexicanos que ha desplegado Trump desde la campaña presidencial de 2016 le ha dado al discurso mexicanista tradicional una nueva oportunidad. Precisamente, el presidente de los Estados Unidos ha iniciado el mes de enero redoblando su apuesta por la construcción del muro en la «frontera sur», lo que provoca la reacción electoral del país vecino, cuyos votantes sienten, cada vez más, que la política de buena vecindad con su megasocio comercial es en vano.

Pocos meses después viene la elección clave, vista desde la Argentina: las generales en Brasil. Según lo programado, habrá primera vuelta presidencial el 7 de octubre y segunda el 28 del mismo mes. En las legislativas, todo sugiere que la actual composición de las cámaras, que es el pulmotor de la gobernabilidad reformista de Temer, se mantendrá. No obstante,  para las presidenciales falta un siglo de certezas. Con la candidatura de Lula pendiendo de un hilo judicial y con Jair Bolsonaro, el bizarro ultraderechista en ascenso, jaqueado por nuevas acusaciones de corrupción, queda espacio para el surgimiento de nuevos precandidatos. Por último Perú, país que asistió a una fuerte presión sobre el presidente PPK, asediado por la causa Odebrecht, tendrá parlamentarias regionales el 7 de octubre.

En otros momentos de la historia reciente de la región, parecía que teníamos ciclos políticos más claros por delante. Sin dudas, hubo sobreabundancia de lecturas sobre dichos ciclos y sus implicancias. Pero más allá de ello, el panorama previo lucía más fácil de discernir. En este superaño electoral, que sentará nuevas bases de la política de los próximos años, no hay nada que se asemeje a aquella ilusión de claridad. En los principales países de la región resulta muy difícil anticipar tendencias, y las elecciones se dirimirán entre candidatos minoritarios e inciertos que representan opciones muy diversas. Caso por caso, a lo largo del año iremos analizando cada una de estas elecciones clave y sus consecuencias.