Analytica

Efectos políticos del fallecimiento de De la Sota.

Por Julio Burdman.

Hace pocos días falleció inesperadamente, tras un accidente automovilístico, una personalidad muy importante de la política argentina: José Manuel De la Sota. Nacido en la provincia de Buenos Aires y cordobés por adopción, De la Sota fue influyente a lo largo de la historia del justicialismo posterior a 1983. Estos 35 años del PJ son los del «peronismo realmente existente». El peronismo fundacional de Perón y Evita, de los años 40 y 50, ya constituye una especie de mito. Y los 70, con su trágica violencia, fueron el capítulo final de ese largo proceso de reforma social y proscripción. La historia de los «70 años de peronismo» que buscan instalar funcionarios y tuiteros es una ficción que no se corresponde con los hechos: entre 1946 y 1983, el partido peronista estuvo la mayor parte del tiempo fuera del poder, y perseguido; recién en los años 80 el peronismo accede en forma continuada (y frecuente) al gobierno nacional y las administraciones provinciales y municipales.

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De la Sota fue un protagonista de ese segundo peronismo, el real. Acompañó en los 80 a Antonio Cafiero como uno de los principales referentes de la Renovación, la corriente que buscaba modernizar la cultura política peronista e independizar al partido del peso que tenían los liderazgos sindicales. Un peso importante por varias razones. Entre ellas, porque durante los años de proscripción los sindicatos peronistas eran casi lo único que quedaba en pie del movimiento creado por Juan Perón. Ya en los 80, los dirigentes renovadores veían que la democracia había llegado para quedarse, y que era hora de formar un partido más institucionalizado. La corriente renovadora tuvo un éxito a medias: Cafiero perdió la interna presidencial y el partido nunca llegó a institucionalizarse del todo. No obstante, toda esa camada de dirigentes tuvo una gran influencia posterior.

Tras su frustrado salto a la política nacional de la mano de Cafiero -era su candidato a Vice en la célebre interna partidaria- De la Sota se dedicó a la política cordobesa. En Córdoba, una de las provincias más importantes de Argentinas, tradicionalmente ganaba la UCR. Y a su vez, el radicalismo cordobés estaba dominado por el ala más conservadora de este partido, siempre en competencia con el ala socialdemócrata que a partir de los 80 lidera Raúl Alfonsín desde la provincia de Buenos Aires y la Capital Federal. La hegemonía radical de Córdoba fue uno de los equilibrios centrales de la política argentina del siglo XX. Y De la Sota lo quebró. Tras sucesivos intentos, en 1999 De la Sota vence a Mestre. Desde entonces, Córdoba fue gobernada por los dos socios políticos del peronismo «cordobecista»: De la Sota y Schiaretti.

A De la Sota le quedó siempre pendiente el sueño de la nacionalización. Varias veces fue precandidato presidencial, sin mayor éxito. La última había sido en 2015, cuando perdió la interna del Frente Renovador con Sergio Massa. Sin embargo, De la Sota fue siempre uno de los dirigentes más respetados por el conjunto de los peronistas. En la etapa kirchnerista, osciló entre el entendimiento negociador con Néstor y Cristina Kirchner, y la oposición frontal. Fue uno de los muy pocos gobernadores peronistas que nunca estuvo alineado con el kirchnerismo, y al mismo tiempo nunca rompió el diálogo con el gobierno nacional. No fue kirchnerista, pero tampoco antikirchnerista. Ese perfil tan propio del «cordobecismo» entre 2003 y 2015 fue posible gracias a la habilidad y la personalidad de De la Sota.

En la última etapa, De la Sota estaba trabajando en la reconstrucción del espacio peronista no kirchnerista. Pero había, una vez más, una diferencia de enfoque entre De la Sota y los cuatro dirigentes que aparecieron días atrás en la «foto de la unión» (Massa, Urtubey, Schiaretti y Pichetto). De todos ellos, De la Sota era el que más claro tenía que todo intento para reconstruir el espacio peronista necesita de los votos del kirchnerismo. Sin ese 30% de adhesión dura que concentra la ex Presidenta, con epicentro en la provincia de Buenos Aires, es muy difícil arrancar. El plan de De la Sota era la organización de un espacio que se diferencia del kirchnerismo sin confrontar con él, y que tienda desde el vamos los puentes con «los k». Quería sumar a Scioli a la mesa, se sabe que tuvo una reunión cordial con Máximo Kirchner y hay versiones -difíciles de comprobar- que hablar de un canal abierto entre De la Sota y Cristina Kirchner.

El fallecimiento trágico y prematuro de De la Sota deja varios vacíos. Y uno de ellos es un déficit de pensamiento estratégico en la mesa del peronismo no kirchnerista. Algunos de los dirigentes que quedan tienen ideas algo rígidas acerca de cómo se construye una fuerza política ganadora. Y aunque a se lo recuerde por sus derrotas en el campo presidencial, De la Sota arrastraba un legado ganador: había sido nada menos que la persona que destronó a los radicales de su bastión federal.