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IED: LUEGO DEL CRASH, UN NUEVO BOOM

En 2013 se mantuvo la tendencia iniciada en 2012, cuando por primera vez en la historia reciente, los flujos de capitales extranjeros hacia los países emergentes superaron a los destinados a países desarrollados.

Los países emergentes que lideran la tabla de IED siguen siendo China, Brasil y Rusia. Entre los tres suman más de USD 250.000 millones en el periodo 2011-13 (84% más que en 2005-07).

Si bien es cierto que el debate sobre los beneficios de la IED no está terminado y aún prevalecen opiniones contrarias, es significativo el aporte en términos de nuevas tecnologías y los aumentos de productividad que generan estos procesos. Como ejemplo, podemos citar a la Argentina durante los 90s. Después de una década (los 80s) alejada del radar, el regreso de la IED permitió la modernización de sectores que actuaban como cuello de botella para la producción local como las telecomunicaciones y la energía.

¿Qué podemos destacar de la inversión extranjera en los últimos años? A diferencia del periodo pre-Lehman Brothers (2008), esta nueva generación de IED se enfoca más en la adquisición de empresas existentes (M&A) antes que de nuevos proyectos (“greenfield”). En 2007, la IED dedicada a generar nueva capacidad representaba 66% del total, mientras que en 2013 este porcentaje se ubicó en 62%.

Este fenómeno puede explicarse por varios motivos. En primer lugar, el notable aumento en la capacidad instalada en los sectores como manufactura electrónica (China), minería y petróleo (Brasil y Rusia) en el periodo pre-2008, ha reducido el número de oportunidades. En segundo lugar, el flujo de capitales no proviene exclusivamente de norte a sur (desarrollados a emergentes) sino también de emergentes a emergentes. La menor experiencia en el desarrollo de nuevas industrias y tecnologías, explica por qué observamos un crecimiento en la compra de empresas (como ejemplo los frigoríficos brasileños adquiriendo competidores en Argentina).

Para Europa y los EE.UU. el pobre crecimiento de sus economías en los últimos tres años ha llevado a buscar nuevas oportunidades fuera de sus fronteras. Para las grandes empresas que lograron consolidarse por escala en sus respectivos mercados internos (Petrobras, ICBC, Gazprom), esta es la oportunidad para adquirir activos estratégicos en países con los que comercian. Aquí los vínculos entre países se están dando a otra escala, no solo a través de la cuenta comercial.

De todas formas, esta nueva ola de IED, en algunos casos, no es más que un alivio transitorio para aquellas economías con dificultades en su balanza de pagos, porque el M&A no implica un aporte al potencial de crecimiento del PBI. Todo lo contrario, en muchos casos deriva en mayor demanda de divisas a futuro (a través de la distribución de regalías, dividendos y utilidades).

Para nuestro país, la situación es diferente a la mayoría de Emergentes. Nos quedamos afuera del boom antes de la crisis de 2008 y seguimos aún hoy lejos de recibir inversiones significativas en relación al tamaño de nuestra economía.

La necesidad de mejorar y ampliar la infraestructura (por caso transporte y comunicaciones, entre otros) y el desarrollo de Vaca Muerta nos obliga a resolver cuestiones pendientes como los Holdouts y el cepo cambiario y comercial.

La recientes visitas de Vladimir Putin y proximamente Xi Jinping y las negociaciones en New York, apuntan en ese sentido. Para la Argentina, la llegada de inversiones en transporte y energía puede implicar un aumento muy significativo en el PBI potencial.