Analytica

El radicalismo y Lavagna.

Por Julio Burdman

Varios dirigentes políticos de la Argentina, incluido el Presidente, han instalado la idea de que el peronismo viene gobernando en forma casi ininterrumpida desde hace setenta años en nuestro país. Y sin embargo, una mirada un poco más ajustada a la realidad nos muestra que el partido que más ha persistido en la gobernabilidad argentina -ejerciendo la Presidencia o, en muchos casos, aportando alianzas o dirigentes- ha sido la Unión Cívica Radical (UCR). Desde principios del siglo XX ha habido radicales en casi todos los gobiernos. Es cierto que no siempre tuvo un carácter protagónico; muchas veces le ha tocado el lugar del socio menor.

Si nos concentramos solamente en el período que comenzó en 1983 vemos que la UCR gobernó once de los treinta y cinco años de democracia (gobiernos de Alfonsín y de De la Rua y ahora, como socio de la alianza Cambiemos). Pero también estuvo presente en otros períodos. Durante el gobierno interino de Duhalde (2002-2003) la UCR “cogobernó” con el entonces líder del justicialismo bonaerense. De hecho, aquel gobierno de transición fue formado por Duhalde y por Alfonsín en lo que se dio por llamar “alianza bonaerense” del justicialismo y el radicalismo. Luego, durante el gobierno de Néstor Kirchner la UCR «que gobernaba” (es decir, los gobernadores e intendentes radicales) estaba alineada con la Casa Rosada. Fueron los casos de los gobernadores radicales de Mendoza, Misiones, Santiago del Estero, Corrientes, Río Negro y Chubut. Y también de varios intendentes radicales de la provincia de Buenos Aires, incluyendo a Gustavo Posse (San Isidro), Enrique García (Vicente López) y otros que se sumaron a lo que se denominaba como “radicalismo K”.

Luego, ya en el primer gobierno de Cristina Kirchner (2007 – 2011) esta proximidad entre el peronismo kirchnerista y buena parte del radicalismo —que no incluía al de aquellas provincias que no gobernaba, fundamentalmente el bonaerense y el porteño— se convirtió formalmente a una alianza electoral con el peronismo gobernante. Así fue como en el 2007 se conformó el frente electoral Concertación Plural que llevó como fórmula presidencial a la entonces senadora (y primera dama) Cristina Kirchner y como Vice a Julio Cobos, entonces gobernador radical de Mendoza. La crisis del campo y sus derivadas hicieron que está alianza se rompiese, y aquellos radicales que integraban el gobierno comenzaron a salir. Por ejemplo, el actual intendente radical de la ciudad de Neuquén, Horacio «Pechi» Quiroga, quién fuera días atrás el candidato de Cambiemos a la gobernación de Neuquén, era subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Cristina Kirchner.

Ya en el segundo gobierno de Cristina Kirchner no hubo radicales, y la UCR experimentó la distancia con la administración pública. Quedaron algunos dentro del kirchnerismo, pero se trató de una presencia marginal. Ese radicalismo afuera del estado comienza a incrementar su perfil opositor y eso permitió el surgimiento de todas las alianzas y frentes políticos que culminarían en Cambiemos. La UCR, ya unificada, fue miembro fundador de la actual coalición gobernante.

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Este radicalismo ha desarrollado una capacidad de alianza en los últimos años con diferentes variantes del justicialismo. Así fueron los casos de la Alianza UCR-Frepaso, del duhaldismo de transición y de los dos primeros gobiernos kirchneristas. Sabe sobrevivir en la gobernabilidad argentina, tanto a nivel nacional como provincial. Y esa capacidad, sin dudas forma parte de las características esenciales de su funcionamiento como organización política. La UCR que hoy apoyando a medias al presidente Macri es un partido enquistado en el Estado argentino y que adopta y adapta estrategias para mantener su rol y status.

El carácter gubernamental de la UCR en las últimas décadas ayuda a entender los acercamientos que existen entre un cierto sector del partido y Roberto Lavagna. El ex ministro, quien hoy se presenta como una tercera opción presidencial entre Cambiemos y el peronismo kirchnerista ya tiene experiencia con los radicales. Fue funcionario de Alfonsín, tiene buenas relaciones con la mayoría de los dirigentes del partido centenario y ya fue candidato presidencial en una alianza de base radical en el año 2007, llevando cómo Vice al actual gobernador de Cambiemos en Jujuy, el radical Gerardo Morales. Es decir que se trata de una relación con trayectoria e historia propias. Hoy Lavagna concita la atracción de todos aquellos radicales que están disconformes con Cambiemos y que buscan expresar su disconformidad en una candidatura alternativa. Pero hay algo más. Dentro del radicalismo «en Cambiemos» también hay sectores que mantienen un diálogo con Lavagna. Eso permitiría inferir que el radicalismo va a tener presencia en dos coaliciones de las próximas elecciones: la oficialista y la opositora moderada.

Sin dudas la cercanía del radicalismo con diferentes facciones de la política argentina del 2019 garantiza la perdurabilidad del partido centenario. Si se impone Cambiemos, el grueso del radicalismo va a alinearse detrás de la fórmula ganadora. Y si llegase a triunfar la fórmula alternativa, tendría una indudable capacidad de atraer a los legisladores, gobernadores e intendentes radicales que hoy se encuentren cercanos al oficialismo. La posibilidad de que todo ese radicalismo hoy en Cambiemos constituya buena parte de la fórmula de gobernabilidad de Lavagna es insoslayable: no existen diferencias ideológicas ni programáticas entre los radicales que hoy se encuentran separados por estos diferentes alineamientos; más bien todo lo contrario.