Analytica

Cuatro largos meses por delante

Por Julio Burdman

La impactante victoria de TODOS construyó un presidente virtual. Aún no se votó pero ya consideramos que Alberto Fernández ganó las elecciones. Macri y sus ministros intentan recordar a la opinión pública que las verdaderas elecciones aún no se han realizado. Y tiene razón. Pero a sus palabras se las lleva el viento. El 47 a 32 (que se convierte en 49 a 33 si sacamos el voto en blanco) fue tan contundente que no deja lugar a otros argumentos.

Esto nos fabricó un problema, que empeora la delicada situación en que se encuentran nuestras finanzas. Las PASO fueron pensadas como un mecanismo para seleccionar candidatos presidenciales, no para elegir presidentes. Pero en este caso, con listas únicas y una elección que fue idéntica a la del 27 de octubre -con la diferencia del voto en blanco que no se computa, y los tres candidatos con menos de 1,5% de los votos que no «clasificaron»-, nos anticiparon el resultado. Macri ya no visto como el presidente, y Fernández sí. A los mercados les importa más lo que diga o deje de decir Fernández, que las propias acciones y decisiones administrativas del presidente real.

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Esto nadie lo vio venir. Se trata de una combinación de factores poco usual. En 2011 sucedió algo similar, pero a la inversa: la presidenta en búsqueda de la reelección, Cristina Kirchner, tuvo un resultado tan contundente en las PASO que las generales se convirtieron en una mera formalidad. Pero ella ya estaba en la Casa Rosada; ahora, el presidente que busca reelegir no lo logró. Lo cual, dicho sea de paso, amplifica el sentido de la derrota: en América Latina ganaron casi todos los presidentes que se presentaron a su primera reelección consecutiva.

Tal es el drama, el vacío de poder, que se comenzó a especular con alternativas institucionales. Como adelantar las elecciones o la entrega del poder. Pero no es nada sencillo cambiar esa fecha -la Constitución, en su artículo 95, dice que se debe votar dentro de los dos meses anteriores a la entrega del mandato, por lo que sería necesario todo un «gambeteo» jurídico a la norma, como el que se hizo en las elecciones de 2003- ni tampoco hay interesados en hacerlo. En la ciudad de Buenos Aires, los operadores de Horacio Rodríguez Larreta estudian la posibilidad de separar las boletas de presidente y jefe de gobierno, para evitar un arrastre negativo. Es la hora de las «martingalas electorales».

Mientras tanto, dentro de un mes el FMI deberá hacer un desembolso importante. Y seguramente querrá saber quién está a cargo y con quien debe conversar. Alberto Fernández estará conminado a moverse; si no lo hace, se multiplicarán los voceros que opinan antes de tiempo. Sabemos ya que vamos hacia un modelo más heterodoxo y de aspiraciones productivas. Pero quedan muchos detalles por develarse. El círculo político de Fernández probablemente se parezca un poco más al de un gabinete clásico, con ministros que están ahí por diversas razones. Un mix de tecnocracia, partido y federalismo; una vocación de concertar con una coalición más grande y más diversa.

Podemos imaginar un gabinete fernandista en el que convivan un núcleo tecnocrático y más amigable al mercado, a cargo de la gestión financiera y del tesoro, otro más moderado en las relaciones con las provincias y los sectores productivos, y un ala más política (kirchnerista) al frente del estado social (desarrollo social, salud, trabajo, etc.), el Congreso y varios gobiernos locales. Alberto y Cristina Fernández seguramente estarán al frente de una coalición compleja y diversa, que deberá hacer frente a un vendaval de demandas sociales sin margen presupuestario para el populismo. Pero lo primero, lo urgente, es la «transición». Que no puede considerarse como tal hasta que Macri la habilite. Y que no puede esperar mucho tiempo más para comenzar.