Analytica

El mundo se acomoda a una nueva Argentina

Por Julio Burdman

Una vez más, el FMI se juega un partido en la República Argentina. Nuestro país, el principal deudor del organismo, constituye un caso particular de economía bimonetaria que escapa a la lógica de una institución concebida para cubrir déficit de balanza de pagos. Porque el activo que presta -dólares- son demandados en la Argentina como un bien de referencia, consumo y acopio. Por esa razón, el accionar del FMI en Argentina recibe cuestionamientos de la más diversa fuente.

Días atrás, el Financial Times publicó una nota demoledora sobre la economía argentina que incluía una evaluación de la intervención del Fondo y su entonces titular, Christine Lagarde. Quien ahora está por asumir funciones al frente del Banco Central Europeo. El Financial Times es un medio londinense que tiene especial predicamento y opinión sobre la política monetaria de la eurozona, y tiene sus criterios y razones europeas para disentir con la designación de Lagarde.  Sin embargo, lo que brilla por su ausencia es el apoyo internacional a Macri. En sus primeros años, el presidente promercado que había vencido al peronismo fue saludado y celebrado por los principales líderes del mundo occidental. Muchos de ellos aterrizaron con entusiasmo en Buenos Aires. Ninguno de ellos mostró demasiado compromiso retórico con una Argentina al borde del default.

politico AF en Portugal

G1_502 (Blanco)

De los presidentes del G-20, el más explícito en su apoyo político a Macri fue Jair Bolsonaro. Un apoyo que en otras circunstancias hubiera sido valioso, pero del que hoy Macri no puede presumir. Bolsonaro, como actor global, se está convirtiendo en un caso extrañísimo. Un mandatario de uno de los principales estados mundiales que genera conflictos con otros líderes globales por ofensas personales. En pocos días se enemistó con Emmanuel Macron por insultar a su esposa, y con Michelle Bachelet por hacer lo propio con la memoria de su padre. Macron y Bachelet, hay que recordar, son dos líderes con prestigio en el mundo de las relaciones internacionales. La cercanía a Bolsonaro puede volverse en un pasivo impredecible, e inclusive coordinar políticas con un presidente potencialmente «paria» puede generar problemas a futuro.  La anuencia del gobierno de Macri a revisar el acuerdo automotriz binacional siguiendo la propuesta del ministro Paulo Guedes no cuenta con el mejor de los contextos políticos.

Hoy, Bolsonaro es una fuente de incertidumbre para la concreción de la principal política exterior de Macri, que fue el logro del preacuerdo comercial entre el MERCOSUR y la Unión Europea. Dos países europeos con renuencia al mismo -Francia e Irlanda- ya declararon su voluntad de no aprobarlo por sus desacuerdos con la «política ambiental» de Brasil. Probablemente, los incendios del Amazonas hayan servido de excusa, ya que Francia e Irlanda son países con un agro influyente que no quiere el acuerdo. Pero lo cierto es que Bolsonaro y sus provocaciones les han dado la excusa que necesitaban.

En ese marco se produjo el viaje de Alberto Fernández a España y Portugal. El presidenciable se mostró ya como presidente electo, entrevistándose con los mandatarios «progresistas moderados» de ambos países y con empresarios de las principales firmas españolas con intereses en Argentina. La recepción lograda confirma, por si quedaba alguna duda, que quienes siguen a la Argentina desde afuera consideran que los resultados del 11 de agosto se repetirán en octubre. Y ya le elevaron sus posiciones y demandas. Alberto Fernández no se entrevistó con los líderes de PODEMOS, marcando una diferencia con Cristina Fernández. Y se alojó en la embajada de Uruguay. El país vecino y su gobierno frenteamplista, al igual que los socialdemócratas españoles y portugueses, parecen convertirse en una suerte de referencia para Alberto Fernández en un marco regional dominado por las varas incómodas de Trump, Bolsonaro y Maduro.