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¿CÓMO LLEGA MACRI A LAS PASO?

Mauricio Macri llega al 9-A peor de lo que esperaba meses atrás. EL PRO imaginaba que junio y julio fueran meses plagados de festejos “nacionales” en los que el jefe de Gobierno exhibiera el avance amarillo en varias provincias, sobre todo en aquellas con una gran preponderancia de clase media y más receptiva al “mensaje PRO”. Pero no fue así. No hubo globos ni baile, como ya se saboreaba, en Santa Fe y la “gran alianza”, que tejió personalmente, en Córdoba tampoco logró la victoria. Aunque no estuvo lejos. Sólo hubo cierto festejo en Mendoza, pero sin un candidato “propio” y compartiendo cartel con Sergio Massa. Además, el balotaje porteño del domingo, al margen de la delgadísima victoria, dejó un sabor algo agridulce. No sólo le restó tiempo para timbrear en el territorio sino que la incisiva campaña de ECO, con Martín Lousteau a la cabeza, opacó la gran vidriera amarilla: su gestión en la Ciudad.

La estrategia originaria de “purificar” el espacio PRO no está dando los resultados esperados. Quizá tarde, el macrismo empieza a entender que sin coaliciones más amplias difícilmente se logre desplazar al oficialismo del poder.

Además, al margen de la relativa inestabilidad del dólar en las últimas semanas, el clima de estabilidad económica parece consolidarse, conspirando contra la idea de cambio y le complica anclar su discurso de ruptura en la sociedad. “Definitivamente el promedio social se volvió más cauteloso, conservador, y eso hace que resbale la prédica del cambio. Tampoco funciona el llamado a perder el miedo. Hay cierta pérdida de novedad que conspira contra el objetivo de polarizar”, sintetiza el encuestador Carlos Fara. Por eso, y un poco a su pesar (y de sus votantes), se lo ve más incisivo a la hora de plantear que muchos íconos de la “década ganada” van a persistir. «Lo bueno que ha traído esta década lo vamos a conservar», dijo hace poco y lo volvió a refrendar anoche en su discurso. Sin grandes victorias a cuestas y algo desorientado en lo discursivo, Macri llega magullado al 9-A.

Pese a todo, todavía sigue siendo el candidato opositor con mayor intención de voto. Esa es (en rigor, podría ser) su gran victoria. Ganarle a Sergio Massa por muchos puntos. Eso lo dejaría en buenas condiciones para polarizar con el Gobierno y ser visto como el único que puede ganarle. Pero las encuestas lo muestran estancado y debajo del 30%. Desde Tigre ven con buenos ojos el estancamiento macrista y creen que eso limitará la polarización que muchos esperaban. La coalición Massa-De La Sota hoy ronda los 23 puntos, a poca distancia de Cambiemos, la unión entre Macri, el radicalismo de Ernesto Sanz y Elisa Carrió. La diferencia con Daniel Scioli hoy es significativa: el candidato oficialista orilla los 40 puntos.

El 9-A se develará la incógnita, pero las acciones de una polarización temprana de la elección, que beneficie a Macri como supuesto opositor más votado, están devaluadas, al calor de los datos y sobre todo, de su pobre performance en el bastión porteño. Desde ahora, su gran objetivo será “centrar” su discurso, abonar sobre la “ancha avenida del medio” hasta ayer negada, y quitarle votos a Massa. La moneda sigue girando en el aire…