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¿HASTA DÓNDE LLEGARÁ TRUMP?

El excéntrico developer Donald Trump es el hombre del momento en los Estados Unidos y los sondeos lo ubican como el favorito para quedarse con la nominación del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de noviembre de 2016.  Por ahora, supera a Jeb Bush (hermano de George W.), quien se suponía (y se supone, todavía), que sería el candidato del Grand Old Party, como se conoce al Partido Republicano. Trump tiene una intención de voto de 22%, según el sitio RealClearPolitics. Si bien es posible que el “fenómeno Trump” tienda a diluirse con los meses, su éxito en estos albores de la carrera a la Casa Blanca es un buen insumo analítico para entender la visión de un sector del electorado estadounidense con respecto a la marcha de la economía y el rol de Estados Unidos en el mundo.

Trump encarna un populismo conservador, de vieja raigambre en la política norteamericana, pero en una versión más moderna y brutal, y casi caricaturesca. Resulta un candidato interesante de analizar por la agenda que propone y por la manera en que lo hace. Su agenda y su estilo expresan de manera muy concreta las preocupaciones de amplios sectores blancos de clase media y trabajadora. Esa identificación parece crecer en la medida en que se desciende en la escala socioeconómica. Sus caballitos discursivos son la inmigración ilegal (su propuesta más rimbombante es la de construir un muro en la frontera con México financiado por los propios mexicanos), la pérdida de empleos industriales (según Trump las políticas comerciales externas y las políticas de inmigración son responsables de la pérdida de empleos que amenaza a los trabajadores norteamericanos) y la desconfianza a Washington (según el relato habitual, los burócratas de la capital intentan concentrar poder, desconocen las realidades locales y malgastan los recursos).

Más allá de cuál sea el resultado final de la aventura política de Trump, está claro es que su candidatura es la expresión de una larga tradición de populismo conservador pero también de un malestar más reciente, el de amplios sectores blancos de clase media y trabajadora, que se sienten cada vez más desplazados en una sociedad que solían considerar como propia.