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TRISTEZA BRASILEÑA, LAMENTO ARGENTINO

Brasil trae las peores noticias de los últimos 25 años. En medio de una crisis política que hace tambalear el segundo mandato de Dilma Rousseff (DR), nuestro principal socio comercial profundiza la recesión y devalúa el tipo de cambio. En este contexto, la economía argentina queda más expuesta al cambio de ciclo de global, con importantes desequilibrios macroeconómicos acumulados en los últimos años. A diferencia de otros períodos donde Brasil fue sostuvo el ajuste interno, como en el “efecto tequila” de 1995 y en la salida de la crisis de 2002, en los próximos años constituirá un factor de riesgo con perspectivas nada alentadoras. La Argentina necesita cuanto antes resolver su situación con los mercados financieros para mitigar la falta de divisas, pues los dólares comerciales, al menos en 2016, serán escasos.
El segundo mandato de DR empezó con una profunda crisis política por los avances en la investigación por corrupción en Petrobras, que salpica tanto a importantes dirigentes políticos como a los accionistas de las principales constructoras y empresas brasileñas e internacionales. Este hecho político de alto impacto sobre las expectativas debilitó aún más a DR, que ganó las elecciones en segunda vuelta, de manera muy ajustada y con muy poco apoyo en las principales regiones productivas, como San Pablo. El cuadro económico de inicio de la segunda gestión tampoco era favorable: en 2014 se acentuó la caída de exportaciones y el déficit en cuenta corriente subió al 4.5% del PBI. La aceleración del gasto público para estimular la demanda interna le dio un duro golpe a las finanzas públicas, perdiendo el superávit primario y llevando el déficit fiscal a 6% del PBI. La actividad económica siguió estancada con una importante caída de la inversión.
Para revertir este escenario y volver a “seducir” a los mercados, DR planteó una política de ajuste fiscal y no intervino para evitar una fuerte devaluación del real al fin de recuperar competitividad (pasó de R2.25 a R3.70 en los últimos doce meses, permitiendo mejorar el Tipo de Cambio Real más del 25%, a los niveles de comienzos de 2005). Esta movida le dio impulso a la inflación (dentro del plan de ajuste fiscal se liberaron tarifas de precios regulados), que pasó del 6.5% a cerca de 10% i.a. (la más alta desde 2003), pero aún así posibilitó recuperar 70% de competitividad por tipo de cambio. La corrección cambiaria dio cierto “alivio” a las cuentas externas pues, pese a la reducción de las exportaciones por la caída de los precios de las materias primas, la disminución de importaciones logró reducir el déficit en la cuenta corriente.
La mala noticia llega del lado de las cuentas públicas, porque la debilidad del gobierno le quita poder para llevar adelante el plan de reducción de gasto y de suba de impuestos que, en un contexto de caída del nivel de actividad, profundiza el déficit fiscal; hasta julio, el resultado primario marca un rojo de R18.000 M contra un superávit de R15.000 M en el mismo período del año pasado. Así, la meta de superávit primario previsto para 2015 queda muy lejos y ante la suba de tasas de interés que lleva adelante el Banco Central para contener la inflación, el déficit global podría alcanzar un récord de 9% del PBI.

Ante este panorama, la combinación de crisis política y pérdida de confianza profundizó la recesión. En el segundo trimestre el PBI cayó 2.6% (-1.9% respecto del trimestre previo) destacándose la notable disminución de 12% en la inversión. Por primera vez en dos décadas el consumo de las familias también muestra una contracción de 3%. Así las cosas, con un entorno internacional muy complicado para las aspiraciones brasileñas, dada la desaceleración de China y la probable suba de tasas de la FED, se espera que este año el PBI muestre una caída del 2.6% y que las tendencias recesivas continúen en 2016. Las proyecciones de consenso marcan una caída del orden del 1.2% el año próximo. Pero la experiencia indica que siempre se corrigen a la baja.
Brasil seguirá siendo un factor de riesgo importante para la nueva política económica que se diseñe a partir de diciembre de este año. El actual contexto económico y político es el peor desde 1990 y el período de contracción será el más prolongado e intenso desde 1960. En el momento que más lo necesita, la Argentina se queda sin el socio natural para salir del estancamiento. Recordemos que en 1995, en pleno “efecto tequila”, Brasil fue el colchón de divisas por la fuerte apreciación en los inicios del Plan Real que le posibilitó a la Argentina tener un superávit comercial inédito que compensó la fuerte salida de capitales financieros. Entre 2003 y 2008, en tanto, una nueva etapa de apreciación del real y tasas de crecimiento en torno al 4%, Brasil resultó uno de los destinos dinámicos del salto exportador de las manufacturas industriales. Ahora, en cambio juega doblemente en contra, no sólo por el canal comercial (vía recesión o tipo de cambio) sino también por el financiero: será menos atractivo el ingreso de Inversión extranjera directa que tenga como objetivo venderle a Brasil.
La industria automotriz seguirá siendo uno de los principales afectados. Brasil concentra 80% de sus exportaciones. Pero también será determinante para el resto de la industria manufacturera como la textil, plásticos, maderas, químicos, o electrónica. Uno de cada dos dólares que exportan esas ramas tienen como destino a Brasil. Todos estos sectores tendrán que profundizar esfuerzos de competitividad dado que desde hace 4 años que vienen perdiendo participación en el mercado brasileño.

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