Analytica

LUNA DE PAPEL

Cuando un nuevo Presidente asume, se dice (o se decía) que goza de un período de luna de miel con la sociedad que dura, algo arbitrariamente, unos 100 días. Un periodo en el cual la ciudadanía (haya votado o no por el nuevo Presidente) tiene una paciencia adicional con las nuevas autoridades y modera sus demandas a la espera de que el nuevo equipo se asiente en sus posiciones y pueda empezar a desplegar su plan de Gobierno.

Sin embargo, hay varios indicios que sugieren que esa regla no está vigente y que, por lo tanto, el próximo Presidente deberá ofrecer, y rápido, señales y, sobre todo, resultados.  Estamos, como señalan algunos especialistas, en la era de la democracia inmediata. La gente quiere que sus gobernantes se hagan cargo, casi al instante.

Si percibe que no lo hacen, sale a la calle, expresa su indignación en las redes sociales y en los foros, y le retira su apoyo al Gobierno sin chistar. La opinión pública es muy volátil. Lo vimos en los últimos años con las “crisis del campo” (en pocas semanas se derrumbó la imagen de CFK) y lo estamos viendo en la región (cfr. casos de Dilma Rousseff y/o Michele Bachelet).

Mauricio Macri y Sergio Massa, los candidatos del cambio, la tendrían (en caso de ganar) más complicada. Deberán, por un lado, introducir los múltiples cambios prometidos (es lo que esperan sus bases electorales) y, por otro, entablar un diálogo con la base kirchnerista (es decir, los sectores populares), que aglutina al 40% de la sociedad, que no quiere perder nada (mucho o poco) de lo que obtuvo en los últimos 12 años. Pero Daniel Scioli tampoco la tendrá fácil: deberá lograr una reingeniería de la política económica para asegurar esos progresos que obtuvo su base electoral y, al mismo tiempo, representar al 60% de la sociedad que quiere, en mayor o menor medida, un cambio de rumbo.

En números agregados, la sociedad le “perdonó” al kirchnerismo varios pecados porque fue el espacio político que sacó al país de la mayor crisis de su historia. Hoy, esa capacidad de perdonar ya no está y deberá ser recreada. La sociedad hará borrón y cuenta nueva, y el próximo Gobierno tendrá que lograr nuevas victorias para cimentar su popularidad y, como ya dijimos, deberá hacerlo rápido. Deberá, asimismo, encontrar un nuevo relato.

Ese momento está por llegar. En poco tiempo, uno de los candidatos pasará de prometer el cielo al hacer. El paso del dicho al hecho será rápido y no contará, al menos en un primer momento, con un tradicional aliado: la economía. El crecimiento del PIB (y, con él, del empleo y el salario) tapa todo, pero nada indica que vuelvan a encenderse inmediatamente los motores de la demanda agregada. El nuevo Presidente, pues, deberá ganar popularidad en un periodo inicial de vacas flacas. Deberá apelar, pues, a fuentes no económicas para construir poder. No será fácil.

Pero será una buena oportunidad. Así como el crecimiento tapa todo, también “abatata” al Gobierno y obtura las reformas. Con una economía estancada, quizás llegue la hora de una agenda que ponga foco en la productividad y las instituciones, dos temas descuidados por el kirchnerismo.