Analytica

BALANCE Y HERENCIA

Se cierra uno de las etapas políticas de mayor duración de la historia argentina contemporánea. Más de 12 años en la administración del estado reconfiguraron las estructuras de poder, las alianzas entre sectores productivos y del trabajo y la forma de hacer política. Culmina un modelo económico que mostró resultados significativos en sus primeros tiempos pero que en sus tiempos finales atravesó numerosas restricciones. Con un contexto internacional poco favorable y numerosos problemas internos por resolver, el objetivo de los cien primeros días del nuevo gobierno será anclar expectativas y sostener el impacto de las medidas iniciales.

Concretamente, el ciclo que inició Néstor Kirchner (NK) en 2003 tenía muchos desafíos en un complejo entorno político. Si bien la gestión Duhalde había hecho el “trabajo sucio” de la salida de Convertibilidad (devaluación y ajuste fiscal) y la economía ya mostraba claros signos de rebote económico, con la actividad saliendo rápidamente del pozo que había provocado la crisis de 2001, con la inflación bajo control y un contexto internacional cada vez más favorable, también había mucho por hacer. El desempleo era muy elevado, la deuda pública con privados estaba en default, la pobreza era récord y la conflictividad social estaba a la orden del día. Como decía NK, habíamos salido del infierno y pasábamos al purgatorio. El gobierno se enamoró del “modelo” que sólo aspiraba a estimular la demanda. No importaba que la inflación erosionara la competitividad  del tipo de cambio. Las falencias quedaban ocultas bajo un contexto internacional muy favorable, en el que los precios de las materias primas y el crecimiento global alejaban cualquier fantasma de restricción externa. Incluso, no hizo falta volver activamente a los mercados ya que se había reestructurado gran  parte de la deuda. Nada hizo cambiar de rumbo al gobierno de CFK que ignoró la inflación y los beneficios de una mayor integración al mundo para atraer inversiones.

Con el cambio de ciclo de los commodities, el modelo quedó cada vez más expuesto. La salida de capitales limitaba la capacidad de acumular reservas mientras que las exportaciones, principal ingreso de capitales, habían alcanzado un techo. Sin el aporte de los precios, la oferta de divisas comenzó a menguar. En este escenario, y pese a haber sido reelecta con el 54% de los votos y con mayoría absoluta en el Congreso, CFK buscó solucionar el problema generando otro mucho peor: el cepo. Las consecuencias son más que elocuentes: frenó la inversión, cayó la oferta de divisas y el BCRA terminó perdiendo todas las reservas acumulados en los primeros años. Apostar al atraso cambiario para mejorar los salarios reales siempre termina mal.

Como suele suceder en cada cambio de ciclo político, la herencia del antecesor condiciona al gobierno que le sigue. Así le ocurrió a Alfonsín en 1983, a Menem en 1989, a De la Rúa en 1999 y a Néstor Kirchner en 2003. La sucesión entre Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri no es la excepción; incluso en algunos aspectos es más complicada que las anteriores aunque la buena noticia es que el cambio de ciclo se da sin crisis institucional ni social, todo un símbolo de la maduración democrática.

En la herencia que deja el kirchnerismo hay problemas que deben ser atacados de manera urgente y otros que, dada la magnitud, deberán encararse de manera gradual pero sin pausa. No hacerlo o fallar en el intento pondría en riesgo no sólo la estabilidad económica sino también la política pues en 2017 Macri deberá mostrar éxito en su gestión para reforzar su presencia en el congreso y afianzar su gobernabilidad. Recordemos que la Alianza PRO-UCR-CC cuenta con sólo 89 diputados y 15 senadores y que en ambas cámaras el FPV mantiene la mayoría (relativa en Diputados).

En cuanto a la herencia, como lo venimos marcando, el frente más urgente es el sector externo. Más allá de las especulaciones de corto plazo que derivaron en que haya una muy escasa liquidación de divisas y una demanda que se acelera ante las expectativas de devaluación, lo cierto es que las exportaciones no paran de caer y con ello, se perdió el superávit comercial. La caída de las ventas externas obedece a la caída de los precios internacionales al tiempo que el atraso cambiario y la recesión de Brasil resultan un durísimo golpe para las cantidades exportadas. Además de déficit comercial, el resultado de la cuenta de servicios y rentas (por pagos de intereses y utilidades) también está en rojo, todo lo cual lleva a que en 2015 la cuenta corriente del balance de pagos marque un déficit del orden de USD20.000 M. Seguir con esta tendencia sin algún grado de apertura financiera será imposible pues no existen reservas para financiar la brecha. Por estos motivos, la Argentina deberá afrontar los desafíos de mejorar la competitividad y generar las condiciones para atraer capitales al tiempo de fortalecer las reservas internacionales.

Derivado de lo anterior, junto con el ajuste cambiario, el gobierno tendrá que implementar un plan antiinflacionario. No sólo por las consecuencias de una devaluación sino también porque desde 2005 la Argentina tiene una inflación de dos dígitos y desde 2007 promedia el 25% por año, generando una inercia e indexación informal que agrava el problema. El desafío es hacerlo en un contexto donde las tarifas de los servicios públicos requieren una significativa actualización.

En el frente fiscal las cosas lucen cada vez peor. El constante estímulo fiscal derivó en un déficit creciente, que este año se ubicaría en torno a 6.4% del PBI pese a que la presión tributaria está en un máximo histórico. Si bien el componente de subsidios es el principal candidato al ajuste, tampoco  es el único y obligará a hacer un reordenamiento de todas las finanzas públicas, reduciendo impuestos y reorientando el gasto, buscando la mayor eficiencia y productividad posible.

Sin fuentes de financiamiento voluntarias, el mayor peso del déficit fiscal recae sobre el BCRA. Además de hacerse cargo de la deuda pública en moneda extranjera es la principal fuente de fondeo del Tesoro. Hay una creciente dominancia fiscal de la política monetaria donde el Banco Central emite cada vez más para cubrir el bache financiero del Tesoro. Con menos activos y más pasivos, el balance del BCRA exige una reestructuración importante.

Así las cosas, la inversión no se recupera, el empleo privado está prácticamente estancado y los salarios no crecen en términos reales. Los aumentos salariales, en el mejor de los casos, le empatan a la inflación. A pesar del estímulo al gasto que llevó adelante el gobierno de CFK, el modelo perdió el motor principal: el consumo privado y sin inversión ni exportaciones, el actividad no repunta desde 2011.

La herencia para la administración Macri es pesada y obliga a atacar varios frentes al mismo tiempo, de manera ordenada y coordinada para que las soluciones planteadas no empeoren los problemas. El éxito de de correcciones y reformas que se realicen en los primeros 100 días, determinarán las posibilidades reales para pensar en el mediano plazo.

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