Analytica

LOS ENCARGADOS DE CONSTRUIR

El Gobierno que asumió el 10 de diciembre nació con un déficit claro y harto señalado por analistas: escaso poder institucional. Apenas un puñado de gobernaciones (aunque, es cierto, victoria de María Eugenia Vidal mediante, más de las que se esperaban), algo más de 40 bancas propias en la Cámara Baja y menos de cinco bancas (sobre 72) en la Cámara Alta.  La conformación del Gabinete ofreció una oportunidad para superar esa finitud, pero no se quiso: se optó, en cambio, por integrarlo con dirigentes amarillos y que, en su amplia mayoría, provenían de la Ciudad.

El déficit era, y es, tan nítido como el desafío: ensanchar los límites de la coalición para, entre otras cosas, tener más espaldas para enfrentar momentos de adversidad y, sobre todo, lograr hacer avanzar la agenda legislativa oficial y no recurrir, ad infinitum, a los incómodos DNU’s. Es decir, hacer política. Los riesgos de no hacerlo, o hacerlo mal, son múltiples y obvios.

Quienes se encargan de paliar este déficit son Rogelio Frigerio y Emilio Monzó. El primero, oficia de interlocutor entre la Casa Rosada y los gobernadores e intendentes y, el segundo, con los diputados y, en menor medida, los senadores. Es un trabajo mancomunado y secuencial. Rogelio y Emilio (existe muy buena relación entre ambos, aseguran fuentes consultadas por el estadista) son los que “hacen” política en Cambiemos e intentan ampliar la tropa. El gran cofre y el elefante en la sala es, por supuesto, el peronismo (en sus múltiples versiones). La elección de ambos no es casual: Rogelio conoce el paño (en los ’90 formó parte del Gobierno y ya se codeaba con los gobernadores) y Emilio es un cuadro del peronismo bonaerense.

Ambos tienen múltiples incentivos y cebos para poner sobre la mesa. Rogelio, sobre todo. Los perjuicios para los gobernadores de “quedarse afuera” son amplios y los estímulos para, cuanto menos, sentarse a dialogar son grandes.  No se ven, por estos días, declaraciones altisonantes ni críticas de los gobernadores. Por el contrario, priman las fotos y los encuentros. Los dardos salen, más bien, de la minoría intensa. Oponerse a un Gobierno popular (eso dicen las encuestas), además, no es gratis políticamente.

A partir de marzo, cuando comiencen las sesiones ordinarias del Congreso, se verá la efectividad del trabajo de Rogelio y Emilio. La capacidad que tenga el Gobierno de avanzar con su agenda legislativa será la prueba ácida de la labor de los dos hombres que más hacen política en Cambiemos.