Analytica

LA VUELTA DE CFK

Cristina Kirchner demostró una vez más sus habilidades políticas: vino a la Ciudad a la defensiva a declarar ante Claudio Bonadío, convirtió su indagatoria en un acto político y terminó sacudiendo el escenario. Su reaparición, luego de varios meses de ostracismo en el Sur, reacomodó el tablero y abrió el debate sobre su conveniencia para el nuevo Gobierno.  ¿Su vuelta beneficia a la Casa Rosada por la posible fragmentación de la oposición o lo perjudica por la sombra que puede generar la líder política que emergió en la última década?

Antes de entrar en el debate, vale hacer un inventario sobre el poder social e institucional que mantiene el kirchnerismo y quedó demostrado en el paso de la ex Presidenta por la Ciudad. Además de la considerable convocatoria ciudadana afuera de Comodoro Py, reflejo de que el kirchnerismo sigue siendo la identidad política de un sector de la sociedad, hoy difícil de cuantificar, pero minoritario, Cristina se reunió con diputados, senadores y 51 intendentes bonaerenses que siguen enrolados en el FpV en su paso por la Ciudad. No hubo mitin con gobernadores: allí Cristina ha perdido mucho apoyo a manos del PJ “tradicional” y sólo queda Alicia. Las reuniones mostraron adónde sigue teniendo poder institucional el FpV: el Congreso (especialmente en la Cámara Baja y sobre todo basado en La Cámpora) y el conurbano bonaerense.

La fuerza institucional que retiene el kirchnerismo no es tanta como se creía ni tan “orgánica” (muchos de los senadores con los que se reunió, por caso, votaron a favor del arreglo con los holdouts). Los últimos meses no fueron buenos, varios sacaron los pies del plato y podrían seguir migrando hacia el PJ. La vuelta de Cristina tuvo que ver con eso también: suturar la herida y evitar nuevas filtraciones. No fue en busca del PJ sino que intentó una especie de nueva transversalidad: el “frente ciudadano”. El futuro del frente luce poco auspicioso: además de las tribulaciones judiciales de Cristina, nada desdeñable, la competitividad de Cristina no parece muy buena (las encuestas detectan que tiene una imagen negativa considerable) y menos aún sin el PJ, clave en la implantación del FpV en las provincias del interior. Las elecciones de 2017 determinarán si hay vida o no en ese segmento del electorado, y decidirán atrás de quién se une el peronismo en 2019. Falta mucho aún.

En el corto plazo, la pregunta es si fue conveniente para el Gobierno su reaparición. La respuesta es afirmativa. Puso enfrente suyo a una dirigente política que, si bien retiene apoyo y es hábil políticamente, tiene una imagen negativa muy superior y, además, divide a la oposición: en 2017, el Gobierno podría enfrentarse al PJ tradicional (que renueva autoridades próximamente), el Frente Renovador y el “frente ciudadano” cristinista. Quizás algunos de estos espacios converjan pero, en principio, tener un peronismo con tres cabezas es una buena noticia para el Gobierno. Es más fácil negociar y, además, más fácil de vencer aritméticamente en las elecciones.

Asimismo, y si las cosas mejoran desde el punto de vista económico (hoy estamos en la parte más baja del ciclo económico), el Gobierno consolidará su poder, evitará que se implante la idea de que “con Cristina estábamos mejor” y le quitará alimento para que el peronismo tenga appeal electoral. El Gobierno aún tiene las mejores cartas.