Analytica

¿CÓMO GOBIERNA CAMBIEMOS?

Con el correr de los meses, va quedando más claro cómo gobierna Cambiemos y cuál es su método para gestionar los asuntos públicos.

Un hecho estilizado que se destaca es su tendencia a retroceder con medidas que chocan contra la opinión pública, el poder político opositor o, incluso, la posición de los grandes medios de comunicación. Esto contrasta con la imagen de un Gobierno insensible, con poca muñeca política y que viene a gestionar con cara de piedra.

Ejemplos grandes y pequeños sobran, y quizás esa sea una de las grandes diferencias con respecto al FpV, que muy raras veces reculaba con una medida (y así le fue: consolidó un núcleo duro pero alienó gradualmente a las grandes mayorías).

Subyace a esta lógica de gobernar la ausencia de un plan claro, concreto y cierto. Si todo se puede cambiar o el ajuste tarifario puede ser de +1.000% o, si es demasiado, de 400%, es que no hay una hoja de ruta innegociable ni metas inmodificables. Prima el “vamos viendo”, y eso no suele gustar a quienes pretenden certezas y un equipo prolífico en cuanto a la consecución de sus metas y objetivos.

Esto preocupa a muchos inversores o gente que mira desde afuera porque saben que, siendo un Gobierno débil (no en cuanto a imagen, pero sí en poder institucional), esa tendencia llegó para quedarse al menos hasta que las elecciones legislativas de 2017 nivelen (potencialmente) la cancha. Y preocupa, concretamente, el cambio de sesgo en la política fiscal que gradualmente adquiere una impronta expansiva. El Gobierno ha pasado a priorizar el corto plazo, y descuidar el mediano y largo y eso, en economía, se suele pagar. ¿Qué quedó del cambio de régimen económico y el viraje hacia un modelo apuntalado por la inversión y las exportaciones netas? Algunos hablan de “populismo”, o incluso “neokirchnerismo”.

Sin embargo, es un modus operandi sensato y astuto para un Gobierno débil y que, recordemos, obtuvo apenas 24% de los votos en las PASO, tiene al PJ desempleado enfrente, está haciendo un ajuste económico, no tiene mayorías en el Congreso y casi no cuenta con gobernadores alineados: su tendencia a retroceder contribuye a cuidar la gobernabilidad y evitar conflictos en el corto plazo.

Creemos que, sin desestimar los costos, el balance neto del “estilo PRO” es positivo y así lo demuestran estos primeros meses: no hubo crisis de gobernabilidad y la imagen presidencial se mantiene en guarismos elevados. Quienes pretendían un “shock” o un cambio drástico y rápido en el régimen económico se verán algo desilusionados, pero la apuesta de apostar al diálogo y la admisión de debilidad relativa probablemente genere un escenario de menor conflictividad política y el propio Gobierno puede beneficiarse de los “aportes” externos y presentarse como una síntesis de las diversas voluntades políticas y sociales.