Analytica

EL ASCENSO DE VIDAL

Por: Observatorio Electoral Consultores.
 

En los últimos meses finalmente se produjo, cual profecía autocumplida, lo que se venía anunciando: el ascenso de María Eugenia Vidal a la Primera A de la dirigencia política argentina. Comparte ese muy selecto club con otras tres personas: Mauricio Macri, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa. Otras figuras nacionales como Florencio Randazzo, Elisa Carrió, Juan Manuel Urtubey o el mismo Daniel Scioli, casi presidente hace un año, son sin dudas importantes. Pero están en la división inmediata inferior. Son el Nacional B.

¿Qué se necesita para pertenecer a la Primera A de la política nacional? Ser un dirigente conocido en todo el país, y ser considerado presidenciable. La primera de las dos condiciones es especialmente difícil de lograr, ya que Argentina es un país amplio y federal con una estructura mediática concentrada en la Capital, lo que implica que muchos líderes muy conocidos en sus distritos -gobernadores, intendentes de grandes ciudades, etc.- no llegan a ser mentados fuera de ellos. El sistema político conspira contra la creación de dirigentes nacionales porque todos los cargos, salvo los de Presidente y Vice, se votan en listas de distrito.

Ser conocido/a en todo el territorio nacional es un capital invaluable. Muchas veces, el microclima porteño confunde, y algunos dirigentes (ministros importantes, gobernadores, o legisladores con mucha experiencia) creen que son conocidos en todo el país, y no lo son. Lleva mucho tiempo que todos los votantes -en Clorinda, en Lanús, en Comodoro Rivadavia, etc. – conozcan a un misma político, y tengan opinión formada sobre él. Que muchos partidos políticos busquen personas famosas para levantar el perfil de sus listas, o que muchos dirigentes busquen personas famosas para casarse con ellas, pone de manifiesto la escasez y la avidez de popularidad nacional. Para lograrla se necesita una exposición continua e intensa en los medios de comunicación nacionales, y estar en una posición de alta responsabilidad que afecte destinos colectivos. Y que obligue a los votantes a formarse una opinión.

Ser presidente o candidato presidencial es una de esas posiciones. Y ser gobernador de la provincia de Buenos Aires, en cierta medida, también.

La popularidad de Vidal responde a esas dos características. Pese a ser gobernadora de una provincia, tiene exposición mediática nacional. Algo que no tienen gobernadores de otras provincias grandes, como Schiaretti (Córdoba) o Lifschitz (Santa Fe), muy poco conocidos fuera de sus distritos. Y la provincia de Buenos Aires es considerada como el distrito clave en la determinación de los resultados electorales, lo que hace que muchas miradas se posen sobre ella. Y además, tiene otros dos elementos que la proyectan.

El primero de ellos es haber encontrado un vínculo directo con el público (bonaerense, y nacional) sobre la base de la identificación de un adversario. Esto es clásico en los liderazgos populistas: se le pide ayuda al votante para enfrentar y superar a un enemigo que se opondría al «progreso colectivo» (los ricos, el imperialismo, los burócratas, etc.). Vidal hoy representa eso mejor que nadie: cada vez que toma un micrófono, es para trazar un vínculo directo con la audiencia para enfrentar a las mafias de la policía y la «vieja política» que la acechan e impiden el progreso bonaerense. Este es un instrumento muy eficaz y probado para construir liderazgos.

El otro elemento clave en el ascenso de Vidal, es que asumió velozmente un nuevo lugar dentro del espacio oficialista. En la visión de Macri y los estrategas en la Casa Rosada, su éxito es condición de gobernabilidad. Y para los votantes oficialistas, también: ella pasó a ser la número dos de Cambiemos. Una sucesora de Macri. Este cambio de consideración explica en buena medida el lugar que ahora ocupa Vidal en la opinión pública.

Podemos constatar esto en la encuesta de Observatorio Electoral Consultores realizada en los últimos días de septiembre. Se preguntó a 1065 personas de todo el país por los dirigentes con mayores probabilidades de ser presidentes en 2019. Los cuatro primeros lugares fueron ocupados por Macri (21,5%), Cristina Kirchner (19,6%), Vidal  (18,5%) y Massa (13,1%). El resto viene más lejos; tres meses atrás, en junio, solo Macri, CFK y Massa estaban en la Primera A.

Y un dato interesante surge al analizar cómo responden a esta pregunta los votantes oficialistas (es decir, quienes tienen imagen positiva del Presidente y aprueban su gestión de gobierno). En su mayoría, se dividen en dos: quienes ven a Macri como presidente en 2019,  y quienes ven a Vidal. En junio, muchos oficialistas (más que hoy) veían a Massa como el otro dirigente con más futuro.  Esto nos permite explicar, por lo tanto, el rápido crecimiento de Vidal: cuenta con una identidad propia y, al mismo tiempo, es beneficiaria de una suerte de transferencia de liderazgo desde Macri, desplazando a Gabriela Michetti de ese lugar de sucesión que la pone en el centro de la atención pública.

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