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LA CGT VOLVIÓ A LAS CALLES

Por: Observatorio Electoral Consultores

La movilización de los sindicatos y los movimientos sociales del pasado viernes en la Ciudad de Buenos Aires logró una amplia convocatoria. Estos últimos tuvieron importante participación en las calles, y sus dirigentes, otrora enfrentados a los sindicalistas, esta vez compartieron palco con ellos y se alternaron a la hora de pronunciar discursos. ¿Estamos ante una ruptura del acuerdo entre grandes sindicatos y gobierno nacional, que es una de las columnas sobre las que se sostiene la gobernabilidad de Mauricio Macri?

No tanto. Pero es una primera luz amarilla. La relación gobierno – CGT tiene bases sólidas. Los sindicatos tienen un entendimiento de mutua conveniencia con el gobierno nacional. Saben que la orientación económica del actual gobierno es diferente de la del anterior, y lo que buscan es mantener posiciones, cuidar el empleo, y el modelo de relaciones laborales que los ubica en un lugar central. Y el gobierno, interesado en consolidar los pilares de la gobernabilidad, está dispuesto a aceptar una relación tensa con la CTA -cuyo núcleo duro son trabajadores estatales y docentes- pero no quiere tener enfrente a los gremios de la CGT que agrupan el 80% de los trabajadores sindicalizados. Los sindicatos descubrieron que con el gobierno se puede conversar: de hecho, el Jefe de Gabinete les asegura que el gobierno garantizará el nivel de ingreso y de ocupación. No estamos en los años noventa.

Pero los sindicatos reciben presiones de sus propios afiliados. En nuestro informe del pasado 11 de octubre, comentábamos los resultados de una encuesta de opinión a nivel nacional sobre un posible paro general: 45% estaba a favor y 46% en contra. sos números indican que una mitad de la población no quiere conflictos laborales y sociales, pero otra mitad sí; el cruce de esos datos con los de voto 2015 mostraba que en la mitad «combativa» predominaban los votantes opositores.

En la cultura política argentina, la manifestación en la calle es un elemento importante. Y no es algo exclusivo del peronismo: sin ir más lejos, las movilizaciones del campo en 2008 y los grandes cacerolazos antikirchneristas fueron algunos de los hitos fundacionales del actual oficialismo. Y en la segunda mitad del 2006, los grandes sindicatos quedaron afuera de las calles. Las dos CTAs, el kirchnerismo, la izquierda y los universitarios fueron los protagonistas de la misma. En la manifestación de las dos CTA del pasado 3 de noviembre, que había sido muy numerosa, los discursos de Yasky y Micheli hicieron fuertes críticas a los dirigentes cegetistas. Algo tenían que hacer.

Pero los discursos de los líderes gremiales no reclamaron por paritarias, no pararon por aumentos salariales, y no exigieron fuertes cambios en la política económica. Reclaman por ganancias -un reclamo que nunca cederán- y por la sanción de una ley de Emergencia Social. Que tiene muy pocas probabilidades de ver la luz, ya que aún en el caso de aprobarse, sería vetada por el Presidente, tal como ocurrió meses atrás con el proyecto de emergencia ocupacional. La vuelta a las calles de la CGT lució más como una necesidad de descomprimir la presión que se cierne sobre ellos, y como una demostración -necesaria- ante la CTA y el kirchnerismo de que ellos también están presentes.

Sin embargo, así como en el comportamiento de la CGT hay elementos de moderación que indican que no estamos ante una ruptura del acuerdo, lo del viernes también representa una luz amarilla en la medida que nos recuerda que la CGT es permeable a la demanda política. Si aquellos a quienes la CGT representa reclaman dureza, la CGT deberá responder. Y si las demandas se incrementan, deberá volver a hacerlo.