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LA REFORMA ELECTORAL Y EL FUTURO DE CAMBIEMOS

Por: Observatorio Electoral Consultores

Hace unos días, el Senado controlado por el peronismo, puso punto muerto en uno de los proyectos más esperados por el arco político oficialista, el de reforma política. Se trata de un proyecto que tiene por objeto central el voto electrónico, a través de la aplicación nacional de la Boleta Única Electrónica (BUE). La decisión peronista, expresada a través de un comunicado firmado por los senadores, tuvo el particular significado de que fue tomada tras un encuentro entre el pleno del bloque y un grupo de gobernadores peronistas (de las provincias de Formosa, San Juan, La Rioja, La Pampa, Entre Ríos y Tierra del Fuego. Ya luce poco probable (no imposible) que esta reforma se pueda tratar este año, y por ende se acaban los tiempos para que pueda reformarse el Código Electoral y usar máquinas en 2017.

La incorporación de tecnología en la votación es una vieja idea del PRO, que había logrado aplicar con éxito en la Ciudad. Buenos Aires y Salta son los únicos lugares del mundo en que existe la BUE. Pero una vez más, el mundo le jugó una mala al oficialismo. En los dos últimos años se repitieron en varios países denuncias contra las urnas electrónicas, y en varios se revirtió la reforma, volviendo al papel. Aún en la campaña presidencial en Estados Unidos, Trump y los republicanos volvieron a la carga contra ese sistema, y el ahora presidente electo llegó a convencer a sus electores de que los demócratas iban a hacer fraude en aquellos estados en los que se vota con máquinas (no es todos se usa). Ello, combinado con las denuncias cruzadas entre los candidatos de realizar ataques informáticos a través de hackers -ahora también en Alemania y Francia- reforzó el clima de argumentos contrarios al cambio en la boleta de papel. En las reuniones realizadas en el Congreso, los expertos en informática aportaron definiciones creíbles sobre la alta vulnerabilidad y el difícil monitoreo de la transparencia.

Todo esto reafirmó la posición de los senadores, que hablaron de vulnerabilidad y confianza en su documento que rechazaba el proyecto que ya habían aprobado los diputados. Claro que esa no era la verdadera razón de su rechazo. Los gobernadores peronistas quieren mantener la boleta de papel porque temen que las máquinas lesionen las capacidades electorales de los partidos, por la pérdida del efecto arrastre entre candidaturas (el llamado «corte de boleta»). Y esa misma es la razón por la que el PRO quiere las máquinas: para debilitarlos. No hay evidencia empírica que permita sostener con tanta seguridad esta presunción, pero tanto Marcos Peña como los gobernadores creían en ella.

Muchos radicales, aunque deploraron en público la decisión de los peronistas, en privado se mostraron moderadamente contentos. Porque si hay boleta de papel, ellos podrían tener un rol más importante en las provincias. Hoy, Cambiemos es una coalición particular, en la que el Presidente y su partido (y su círculo de confianza) controla sin fisuras el Poder Ejecutivo, mientras que sus socios pan-radicales tienen mayor relevancia y protagonismo en el poder local. Aún así, hay macristas  que buscan incrementar el peso del PRO en todos los niveles.

En este contexto aparecieron las declaraciones de Emilio Monzó, el presidente de la Cámara de Diputados. Un peronista PRO que es figura clave en Cambiemos, que mucho tuvo que ver con su éxito electoral en 2015 y con el buen desempeño -hasta ahora- del oficialismo en el Congreso. Monzó pide reformular Cambiemos, e incorporar dirigentes peronistas importantes al gobierno. Sorprendió cuando lanzó el nombre de Florencio Randazzo, su antiguo compañero y jefe, como parte de la lista de aquellos que él quisiera convocar. Las críticas estuvieron dirigidas a Durán Barba, pero el destinatario real de sus palabras era Peña. Ellos dos representan hoy el debate al interior del oficialismo, entre quienes creen con Peña en la fórmula Cambiemos está intacta, y quienes piensan, como Monzó, que la coalición de 2015 no sirve para las elecciones del futuro. Por el momento, el oficialismo no resuelve el camino a tomar: sin boleta electrónica, sin Stolbizer y con dudas sobre la fecha de comienzo de la recuperación, su Metrobus electoral no se ha revelado aún.