Analytica

¿PUEDEN VOLVER LOS GOBIERNOS NEOPOPULISTAS EN AMÉRICA DEL SUR?

Por Julio Burdman

«Populismo» es un término que nunca resulta fácil. No porque sea impreciso, sino porque se usa demasiado, y de forma indiscriminada. Actualmente, por el Huracán Trump, los medios del mundo publican docenas de artículos por semana sobre «la vuelta del populismo» en Estados Unidos y Europa, haciendo comparaciones incorrectas con nuestra región, confundiendo cada vez más al lector. Hay un problema adicional: hay una definición económica del populismo (tendencia al aumento del gasto público, sobre todo en tiempos electorales) y una definición política (estilo de gobierno consistente en cultivar una relación directa entre la autoridad y el público), que no necesariamente van de la mano.

Sin embargo, cuando hablamos de «la vuelta del (neo)populismo sudamericano», se entiende que nos estamos refiriendo al conjunto de gobiernos que predominaron en la primera década del siglo XXI, y algunos años más también: los Kirchner en Argentina, Lula y Dilma en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Chávez y Maduro en Venezuela. Para algunos analistas, la lista es más larga, e incluye a los gobiernos del Frente Amplio (Vázquez y Mujica) en Uruguay, los de Duarte Frutos y Lugo en Paraguay, etc. Podríamos incluir en ella a todos los gobiernos que impulsaron políticas distribucionistas en desmedro de los diseños de la economía de mercado. Y que conformaban una alianza política regional, que se desarrollaba en el marco de la UNASUR.

Este conjunto de gobiernos y partidos políticos, como sabemos, retrocedió en los últimos años. En el año 2012, 7 de los 10 países sudamericanos contaban con gobiernos que los analistas políticos rotulaban así: Argentina (Cristina Kirchner), Brasil (Dilma Rousseff), Bolivia (Evo Morales), Ecuador (Rafael Correa), Paraguay (Fernando Lugo), Uruguay (José Mujica) y Venezuela (Hugo Chávez). Las excepciones eran Chile, Perú y Colombia, los miembros sudamericanos de la Alianza del Pacífico, que tienen tratados bilaterales de comercio con Estados Unidos.

Pero desde entonces, comenzaron las malas noticias para el eje «populista unasuriano»: Lugo fue desplazado por el Congreso paraguayo, Chávez falleció, el peronismo liderado por Cristina Kirchner perdió las elecciones presidenciales, Dilma Rousseff sufrió un destino parecido al de Lugo. En Uruguay retornó Tabaré Vázquez, partidario de un acuerdo comercial bilateral con Estados Unidos (que Mujica había bloqueado). Cinco años después, solo 3 gobiernos sudamericanos aún pueden considerarse como parte de aquella ola regional. En un extremo está el de Maduro, que apenas resiste su propia crisis, y en el otro el de Morales, el más sólido, un caso excepcional de crecimiento económico en un continente afectado por la recesión. En Ecuador habrá elecciones presidenciales el 19 de febrero, con perspectivas inciertas. Correa no se presenta a la reelección, por propia decisión, y lo probable es que quien sea que gane, aún el oficialista Lenin Moreno, implemente una política económica más ortodoxa.

¿Por qué terminó el ciclo de la ola neopopulista regional? Hubo diversos factores singulares -la muerte de Chávez, por ejemplo-, pero un denominador común: el cambio de las condiciones económicas estructurales. Estos gobiernos disfrutaron de reelecciones y alta popularidad durante los períodos de expansión (y altos precios de los recursos naturales exportables), y de repliegues durante la contracción. El caso más claro fue Brasil: Dilma cayó -o fue empujada- tras un segundo año consecutivo de derrumbe económico.

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