Analytica

EL TIMMING DE LAS REFORMAS QUE IMPULSARÁ MACRI

Por Julio Burdman
La marcha de la CGT del martes 22 de agosto fue una acción de oposición preventiva. El gobierno nacional no lanzó aún el proyecto de reforma laboral. Aunque hubo varias declaraciones en ese sentido, tanto del Presidente como del Ministro de Trabajo, que confirman la existencia del borrador. Los sindicatos anticipan que el proyecto vendrá después de octubre. Algunos aseguran haber visto el proyecto, y que incluye la cuestión de la «industria del juicio». Topes a las indemnizaciones (es decir, máximo de años de antigüedad) y a los plazos de litigio.
La Argentina tiene, en el espejo, el modelo de Brasil. Que el gobierno nacional rechaza. La reforma brasileña es estructural y va a fondo: acuerdos salariales por empresa, eliminación del salario mínimo, posibilidad de extensión de la jornada laboral y de fraccionamiento de las vacaciones pagas, facilidades para la contratación temporaria, voluntariedad del aporte sindical, entre otras novedades. Los economistas de la FIESP, la asociación que aglutina a los industriales de San Pablo -y uno de los sostenes del gobierno de Michel Temer-  aseguran que esta flexibilización de las relaciones laborales busca salvar al «modelo industrial brasileño». Amenazado letalmente por la competencia de los países industrializados de Asia, que cuentan con fórmulas de costo laboral claramente inferiores a las latinoamericanas. En la FIESP, algunos dicen -no todos- que Brasil está a tiempo de competir con los grandes de Asia si reforma en serio. Argentina, en cambio, no tiene ese tipo de debates, ni esos argumentos en favor de una profunda flexibilidad. Además, tiene otras restricciones internas.
Macri no solo cuenta con un sindicalismo poderoso enfrente, que a su vez es apoyado por los peronistas que mantienen importantes cuotas de poder en el Congreso y las gobernaciones. También, el gobierno de Cambiemos cuenta con su propia red de sindicatos adherentes. El martes 22, mientras tenía lugar la marcha de una CGT que hoy no tiene liderazgo claro, pero puede llegar a unirse ante un proyecto de ley del oficialismo, el ministro Triaca se reunió con representantes de sindicatos chicos afines al gobierno. Las «62 organizaciones» en nueva versión, relanzada por el «Momo» Venegas antes de morir. El sindicalismo que adhiere al gobierno no es numeroso, ni equivalente a la masa de sindicatos que se van a oponer a la reforma. Pero muestra la voluntad del gobierno de tener su propia «pata sindical». Y sugiere que Cambiemos no está buscando una reforma laboral tal que ningún dirigente estaría dispuesto a soportar.
Además de la laboral, en la agenda del gobierno hay otro paquete de medidas y reformas económicas: gasto público, previsional, impositiva. El presidente Macri va a intentarlas todas: está convencido de que son necesarias. Y si en octubre supera los votos obtenidos en agosto, tendrá más impulso para lanzarlas. Pero no puede crearse demasiadas expectativas. Aunque seguramente emergerá del proceso electoral con más votos y más bancas que antes, seguirá necesitando el apoyo de legisladores peronistas para aprobar leyes. En la Cámara baja tal vez llegue a los 100 diputados propios, o supere la marca, pero en el Senado seguirá muy lejos de la mayoría. Podrá, eventualmente, pasar de tener un cuarto de los senadores, a un tercio. Y si propone reformas muy duras, no podrán pasar.
¿Cómo quedará el bloque massista, uno de los grandes factores de la gobernabilidad macrista en 2016? Seguramente saldrá menguado, y alejado de Macri tras la campaña electoral. Monzó y Frigerio intentarán recomponer las relaciones, y probablemente tejer alianzas con algunos gobernadores clave para llegar al quórum propio en Diputados, y eventualmente formar un a mayoría en el Senado. Hay que hacer bien las cuentas. La cosa no estará fácil para Macri. Aún cuando en la democracia argentina el Congreso ha acompañado más al Ejecutivo de lo que la opinión pública cree. ¿Podrán Monzó y Frigerio recomponer los vínculos entre Cambiemos y el peronismo «dialoguista»? Su ventana de oportunidad estará entre fines de 2017 y la primera mitad de 2018. Luego de eso, todo el peronismo ingresará en un proceso de discusión del liderazgo. Y estará poco permeable a acordar con el gobierno que tiene del otro lado de la calle.