Analytica

En búsqueda de motivos para el optimismo.

Por Julio Burdman

En dos años de gestión de Cambiemos, tres de los ministros del gabinete nacional que escalaron posiciones en la consideración presidencial son Rogelio Frigerio, Patricia Bullrich y Guillermo Dietrich. No tanto por una cuestión de individualidades -ninguno fue candidato en las legislativas- sino de carteras. Obra pública, transporte y seguridad son las tres áreas en las que la opinión pública medida en encuestas ve y siente acción por parte del gobierno. No así en el resto.

Esto nos recuerda a los gobiernos porteños del PRO, que constituyen la principal fuente de antecedentes para entender al gobierno nacional de Cambiemos. Para la opinión pública porteña, los principales hitos de la gestión de Mauricio Macri fueron las obras y refacciones realizadas en la Ciudad, los cambios en el tránsito y el transporte público -con el Metrobus de la 9 de julio como nave insignia- y, en menor medida, la creación de la Policía Metropolitana. Luego devenida en Policía de la Ciudad. En las grandes carteras relativas al clásico Estado de Bienestar -Educación, Salud, Trabajo, Seguridad Social-, los gobernados por Macri no registraron grandes avances. Ni antes en la Ciudad, que tenía a su cargo escuelas y hospitales, ni ahora en la Nación, donde coordina todas las políticas públicas.

Es cierto que muchas evaluaciones son compartidas con los gobiernos provinciales. Pero aun así, hay que destacar que la experiencia porteña es singular, y no del todo replicable: los porteños son los principales consumidores de educación y salud (y seguridad) privadas, y no son tan dependientes del servicio público como los provincianos de Buenos Aires y el resto del país. Pero ¿es posible ser bien evaluado por la gestión, como pretende Cambiemos, sin un anclaje suficiente en salud, educación, trabajo y jubilaciones?

Difícil. Y el gobierno no tiene muchas compensaciones que ofrecer en materia de economía familiar. La percepción económica personal y las expectativas de 2018 se mantienen modestas e inalterables: según una encuesta de Observatorio Electoral realizada en los últimos días de diciembre de 2017, solo un 18,2% de los consultados consideraba que ahora está mejor que hace dos años, contra un 25,8% que siente que está igual y 53,5% que dice estar peor. Y en materia de expectativas, hay cierto optimismo pero con reservas: 32,5% cree que en 2018 la economía del país estará mejor que en 2017, pero un 17,8% piensa que estará igual y 44,6% cree que estará peor.

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Transitando ya la segunda mitad del gobierno de Mauricio Macri, la mayoría del electorado -aún aquél que se mantiene fiel a Cambiemos- sigue buscando motivos para ser optimista. Mauricio Macri se presenta a sí mismo como un presidente que vino a transformar la cultura económica argentina, reduciendo el tamaño del estado y protegiendo los mecanismos de mercado. Pero aún no ha encontrado las naves insignia del anunciado giro capitalista modernizador. En Chile, donde a través de los años se ha consolidado un segmento importante de la sociedad que es favorable a las ideas económicas liberales, hubo al menos dos «metrobuses» que convencieron: la gran expansión del crédito, y un fomento a la actividad de pequeños comerciantes y cuentapropistas, que pagan menos impuestos y deben hacer pocos trámites para iniciar una actividad. En Argentina, el crédito no arranca y los comerciantes de la clase media se ven asediados por las tarifas y la inflación. El gobierno se refugia en su fortaleza política, mientras sus votantes siguen esperando.