Analytica

LAS COMPLICACIONES DE BOUDOU

«¿De qué murió Boudou? De complicaciones», tuiteaba el politólogo Andy Tow tras conocerse la noticia de que el Vicepresidente fue llamado a indagatoria por el juez Ariel Lijo en relación a la causa Ciccone, en la que está sospechado de haber utilizado su influencia política para apoderarse de la empresa. Si se lo convoca a comparecer, es porque al juez le parece que la información que contiene la causa es relevante. El Vicepresidente anunció que no se escudará en los privilegios de su cargo, y que se presentará ante el juez para demostrar su inocencia a la sociedad. Sería la primera vez, dicen los historiadores, que un Vicepresidente en funciones vaya a Tribunales. ¿Y si la fecha de la indagatoria coincide con un viaje de la Presidenta, con un complicado Boudou en ejercicio de la primera magistratura? ¿Un Presidente en la justicia, declarando? Ni a los guionistas de House of Cards se les hubiera ocurrido.

Boudou, el complicado, morirá de complicaciones, como decía Tow. Es que se lo acusa de algo que es muy difícil de probar. No sabemos si, efectivamente, Boudou usó su poder para obtener más poder. Pero sí sabemos que estas historias de poder, ciertas o no, existen desde tiempos inmemoriales, y que rara vez dejan registros fehacientes.  El asesino imprime sus huellas digitales en un revolver, y el rostro del asaltabancos puede ser capturado por unas cámaras de seguridad, pero quien trafica su influencia no suele intervenir directamente ni documentar sus pasos. Mientras tanto, la telenovela de Boudou nos relata el avance y la acumulación de sus complicaciones. Como una curva asintótica que se aproxima infinitamente al cero pero nunca llegará a ese valor, o como el barco que zarpa pero no tocará jamás  puerto ninguno.

Lo sustantivo, por tanto, reside en las complicaciones. Boudou podrá ser o no declarado culpable, pero ya está complicado. Y aquí entra el otro dato, empíricamente constatado, que nos afecta: todas las Vicepresidencias, en Argentina, se complican.

El primero desde 1983, Víctor Martínez, el Vice de Alfonsín, pasó poco más que desapercibido, pero el segundo de la primera presidencia de Menem, Eduardo Duhalde, se convirtió tempranamente en un competidor que renunció a la línea sucesoria presidencial para asumir la gobernación de Buenos Aires. Su sucesor, Carlos Ruckauf, se había trazado el mismo camino pero se lo llevó la crisis de 2001. «Chacho» Álvarez, el Vice de De la Rúa, desató un terremoto en el gobierno con su renuncia, al igual que Julio Cobos, primer Vicepresidente de Cristina Kirchner, al pasarse a la oposición durante el conflicto del campo.

Tras el trauma de Cobos, CFK eligió a un Vicepresidente que no la traicionaría. Amado Boudou provenía de la gestión kirchnerista, no tenía una carrera  partidaria y no aspiraba a tenerla. Pero sufrió otro tipo de crisis. Figura constitucional pensada para otra época, poderosa en potencial, epicentro de todas las conspiraciones -algo que sí se les ocurrió a los guionistas de House of Cards-, pareciera que lo complicado es la institución de la Vicepresidencia.

Por Julio Burdman