Analytica

EL DEBATE DEL DEBATE

Finalmente, se realizó el primer debate presidencial desde 1983. Más allá de que exista, valga la redundancia, un debate sobre la utilidad social de estos eventos, está claro que suman y son bienvenidos y, por eso, en la gran mayoría de los países democráticos resultan una práctica habitual.

El público respondió, los niveles de rating de TV fueron más que razonables y hubo fuerte interacción en las redes sociales. Había, por lo tanto, una demanda ciudadana para un acontecimiento de estas características y es sano que el sistema político haya generado la oferta para satisfacerla.

El escenario permitió que los candidatos desplieguen propuestas concretas, el insumo más valioso para la ciudadanía para determinar su voto, sobre temas sensibles. A diferencia de los spots de campaña y otras piezas de comunicación, los presidenciables pueden y deben profundizar más en sus propuestas.

Con respecto al futuro de la economía, hubo muchas promesas y propuestas grandilocuentes. Aunque, en los tiempos que vienen, todo indicaría, la agenda económica estará más a la defensiva que a la ofensiva. Esas promesas declaradas servirán, a la postre, para que la ciudadanía le exija su cumplimiento al candidato que las emitió. Eso eleva el accountability de la democracia, y es bienvenido. Hubo, también, grandes temas ausentes y, por lo tanto, no hay más indicios (que los que ya había) sobre qué harán los candidatos en caso de ser electos. Quizás, preguntas más concretas hubieran servido para llenar ese vacío.

Al margen del debate en sí (que fue, como decíamos, una novedad para la joven democracia argentina), no ocurrió nada fuera de los libretos. Los candidatos presentes dijeron lo mismo que vienen diciendo (ya sabían, salvo cuando debían responder las preguntas de un competidor, lo que iban a decir) y no hubo grandes gaffes ni pasos en falso. No hay que esperar, pues, corrimientos electorales sustantivos por causa del debate.

Ni siquiera en el caso de Daniel Scioli, el gran ausente. Si bien su ausencia no lo ayudó electoralmente, el consenso es que no pagará mayores costos políticos por no haber asistido. Sí quizá la posibilidad de captar votos independientes indecisos, hoy claves para un triunfo en primera vuelta. En el futuro, quizás, los costos de no participar sean mayores. Para ello, la cultura del debate se tiene que hacer carne entre los argentinos. El del domingo puede haber sido el primer paso en ese sentido.