Analytica

UNA NUEVA GEOGRAFÍA POLÍTICA

La del domingo fue una medianoche cargada de sorpresas: todos quedaron atónitos ante los resultados que iba entregando, con clara dilación, el escrutinio provisorio. La mayor sorpresa fue la elección de Mauricio Macri, quien punteaba la elección cuando se dieron a conocer los primeros datos. Si bien finalmente Daniel Scioli lo desplazó al segundo lugar, el jefe de Gobierno hizo una elección muy superior a la esperada: con 97% de las mesas escrutadas, superaba los 8,3 millones de votos y aumentaba su caudal electoral en más de 3 millones con relación a las PASO de agosto.

Un análisis preliminar sugiere que no sólo retuvo los votos de sus partenaires en la interna de Cambiemos (Elisa Carrió y Ernesto Sanz) sino que se nutrió de otros electorados, entre ellos, los casi 3 millones de votantes que no lo habían hecho en las PASO. Llegó al 34,3% de los votos, un porcentaje que ninguna encuesta, ni siquiera la más optimista, preveía. Su mayor fortaleza volvió a estar en la zona central del país (se impuso en la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza) y en su buena performance en la provincia de Buenos Aires, donde obtuvo el 32,9% (3 millones de votos).

Esta buena performance le permitió, junto al profuso corte de boleta, arrebatarle al peronismo la provincia de Buenos Aires (distrito que gobernaba desde 1987), asestándole un golpe fortísimo en su bastión electoral y generando un terremoto político en el PJ. Asimismo, una gran cantidad de intendencias cambiaron de signo político.

No menos sorprendente, pero por la negativa, resulta la performance de Scioli: obtuvo apenas 300.000 votos más que en las PASO. En términos relativos, equivalentes al 36,9% de los votos. Si bien algunas encuestas lo ubicaban cerca de esos niveles, terminó realizando una elección mucho más pobre que la esperada. En su círculo íntimo esperaban colocarse cómodamente por encima del 40% e imponerse en primera vuelta. No obtuvo la diferencia esperada en los distritos que ganó y tuvo un rendimiento muy bajo en aquellos que perdió (en Córdoba, por ejemplo, apenas alcanzó el 19%).

Otra sorpresa fue la elección de Sergio Massa, que obtuvo 2 millones de votos más que en las PASO.  La tenacidad y la campaña propositiva del tigrense rindieron sus frutos. Pese a quedar afuera del balotaje, surge como una de la figuras políticas estelares de los próximos años. Y críticamente de las próximas semanas, también. Massa cuenta con un as en la manga, en el virtual empate entre los dos contendientes al balotaje.

Los 5,1 millones de votos del massismo son la clave del 22 de noviembre. ¿Primará el origen peronista de Massa e irán con Scioli o, en cambio, prevalecerá el espíritu opositor al Gobierno y fluirán hacia Macri? Los primeros movimientos de Scioli y Macri buscan seducir ese electorado vital, con gestos hacia las propuestas y al deseo de cambio equilibrado de los votantes massistas. Aunque una cosa está clara: simbólicamente, Macri ganó la elección y eso resulta un factor de atracción innegable para ese caudal de votos.

La otra gran incógnita es cómo digerirá el kirchnerismo los resultados, que incluyen, nada menos, que una dura derrota en la provincia de Buenos Aires. ¿Cómo se posicionará, estratégicamente, Daniel Scioli: desplegará un discurso más aperturista y se diferenciará del kirchnerismo duro, o mantendrá en la misma línea? El riesgo del primer camino es perder votos propios y generar tensiones al interior de la coalición oficial. El riesgo del segundo camino es quedarse donde está y no crecer electoralmente. Su kirchnerización no le permitió crecer y algo deberá hacer para evitar que lo tape la ola amarilla el 22 de noviembre. Cambios estructurales, digestión de resultados, preparación de equipos de gobierno y conformación de alianzas electorales en apenas tres semanas: muy poco tiempo para una geografía política que claramente ha cambiado.