Analytica

Ojo con el UVA.

La UVA (Unidad de Valor Adquisitivo) es un valor que se actualiza periódicamente de acuerdo a la tasa de inflación. Su creación tuvo el objetivo de actualizar los créditos hipotecarios de manera de quitarle a las entidades financieras el riesgo inflacionario de otorgar créditos de largo plazo en un país con escasa previsibilidad. Para garantizar ciertos niveles de rentabilidad, sobre la actualización de la UVA se cobra una tasa de interés (UVA + tasa de interés). Esta tasa de interés “real” aumentará desde 4% hasta 8% a partir de mayo, de acuerdo a los anuncios del Presidente del Banco Nación. De acuerdo a los ejercicios de simulación realizados por Analytica, bajo este nuevo nivel de tasas, la inflación no afecta el valor real de las cuotas, es decir que las mismas siguen actualizándose según el nivel de precios. No obstante, los nuevos tomadores se ven condicionados por este aumento. En particular, los ingresos mínimos requeridos para obtener la misma cantidad de dinero aumentan un 38% respecto al escenario en el que la tasa real se ubicaba en el 4%. Incluso si no contemplamos que una reducción de la demanda de crédito hipotecario deja insatisfecha las necesidades de vivienda de muchas familias,  el cambio en la tasa real tiene implicancias macroeconómicas entre las que se destacan la actividad económica y la presión sobre la tasa de interés del Banco Central.

El principal beneficio de los créditos UVA consiste en su baja cuota inicial. Con una tasa de interés de UVA + 4%, el ingreso mínimo necesario para obtener un crédito de $1 M a 20 años es de $24.200 con una cuota inicial de 6.000 pesos que se actualiza, junto con el capital restante, según la inflación. Para dar una idea de la cobertura del instrumento, el ingreso requerido es un umbral que alcanza el ingreso promedio de 8 de las 14 actividades económicas que nuclean 2,8 millones de trabajadores registrados.

A partir del aumento de la tasa de interés a UVA + 8%, las condiciones iniciales cambian. El ingreso requerido para el mismo préstamo y plazo asciende a $33.500, excluyendo el salario promedio de 4 actividades económicas con 1,8 millones de trabajadores actualmente alcanzados. Esta mueva realidad del mercado genera un corrimiento de la demanda de crédito, tanto por acceso como por el aumento en el valor de las cuotas. Lógicamente, esta nueva configuración tiene implicancias en la dinámica macro.

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La construcción, y las actividades conexas (créditos, servicios inmobiliarios y proveedores de insumos) han sido uno de los principales determinantes del ciclo expansivo, aportando entre 0,5 y 0,7 p.p. de los 2,9% de crecimiento en 2017 y generando máximos de empleo que permitieron compensar, en parte, la retracción en la actividad fabril. Si bien el segmento del sector se compone de la obra pública, lo cierto es que este año la inversión estatal apuesta a la activación de los Acuerdos de Participación Público–Privados, que no dan señales claras de maduración y se debate su funcionamiento. Una retracción el crédito hipotecario podría frenar el crecimiento del sector en un año donde buena parte de su crecimiento provendría de la construcción residencial.

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El crédito UVA llegó para quedarse. Gracias al instrumento, el crédito con garantía real (hipotecario y prendario) vuela a tasas de 3 dígitos, dinamizando tanto la compra de vehículos y máquinas de trabajo como de inmuebles. Esta dinámica contribuyó enormemente a la reactivación económica. El éxito del instrumento reside en la posibilidad de minimizar el riesgo de tasa asociado a un incremento de la inflación luego de contraído el crédito, permitiendo la aparición del financiamiento de largo plazo en Argentina. Es por ello que la suba de la tasa de interés de este instrumento podría significar un freno de mano a la actividad económica este año y un esfuerzo mayor por parte del Banco Central para continuar con el esfuerzo de reducción de la inflación. Cuidemos las políticas que vienen funcionando bien y direccionemos los esfuerzos en corregir el desequilibrio externo, que es por donde pasa el mayor desafío de política económica.

Desde el punto de vista de la cantidad de dinero, prácticamente desde el inicio de la gestión la base monetaria se expande por el sector público (el Tesoro se endeuda en dólares para cubrir déficit fiscal y los vende al BCRA para pagar sus obligaciones en pesos) y se compensa mediante la absorción del sector financiero (Lebac), exigiéndole al Banco Central una tasa de interés para absorber la demanda excedente sin que afecte el tipo de cambio. La demanda de dinero, por otra parte, se determina por la actividad económica, las expectativas de inflación y la demanda de préstamos. Bajo este esquema, si cae la demanda de dinero, tanto por una menor actividad, como por una menor demanda de crédito o por una mayor expectativa de inflación, el BCRA deberá absorber más dinero sobrante si quiere evitar el impacto sobre precios del potencial desequilibrio, implicando posiblemente un aumento de tasa de interés.