Analytica

LA ESTRATEGIA DE PLANCHAR

El gobierno reafirma su estrategia de sostener una política cambiaria sin sobresaltos. Un tipo de cambio nominal estable es la premisa para todo gobierno y más en contextos electorales. La historia económica reciente indica que los ajustes cambiarios llegan sólo cuando se transforman en inevitables. Si bien las expectativas de un nuevo ciclo político alivian la transición, quien suceda a CFK deberá encarar desde el 11 de diciembre una política que apunte a resolver la restricción externa para priorizar la agenda del crecimiento.

Tal como lo comentáramos a principios de febrero, (ver Analytico#306 “La transición que atrasa”) el gobierno continúa apostando a la estabilidad cambiaria para tener una transición sin sobresaltos de manera de aumentar sus chances electorales. De hecho, en abril el dólar oficial subió por cuarto mes consecutivo al 1% finalizando levemente por encima de $8.90. Con este resultado, desde el fuerte ajuste que se verificó entre octubre de 2013 y enero de 2014 (cuando el valor del dólar pasó de $5.9 a $8.0), el gobierno mantuvo estable el ritmo de devaluación en torno al 1% por mes. En nuestro escenario base, proyectamos que el gobierno mantendrá esta estrategia hasta fin de año, devaluando al 1% mensual; por tanto, CFK finalizará su gestión con un dólar oficial en $9.70.

El principal riesgo de este escenario es que la perspectiva de cambio político se diluya en caso que el oficialismo se vaya fortaleciendo de cara a las PASO. En este sentido no será un dato menor lo que ocurra el próximo 10 junio, cuando finaliza el plazo para que se presenten las listas definitivas para competir el 9 de agosto: una lista oficialista que lleve de candidato a Daniel Scioli pero donde prepondere el núcleo duro del kirchnerismo podría moderar el optimismo del mercado y complicar la pax cambiaria en los meses siguientes, donde indefectiblemente se acentuaría la dolarización de carteras.

La estabilidad cambiaria junto a las restricciones a las importaciones y a la “apertura heterodoxa” de la cuenta financiera permitieron revertir el saldo de las operaciones del mercado cambiario y volver a acumular reservas internacionales. Este contexto permitió que el tipo de cambio paralelo y la brecha con el oficial se reduzcan mes a mes. Las expectativas que generan un cambio en el ciclo político y económico, en el que se espera que el próximo gobierno apunte a modificar el esquema de financiamiento del sector público, es el mayor activo que tiene la transición.

La contracara de esta política de contención cambiaria para lo que queda del año es que los problemas de fondo se agravan. Por un lado, la inflación local y el marcado fortalecimiento del dólar en el mundo llevó a que el Tipo de Cambio Real Multilateral alcance el nivel más bajo desde la salida de la Convertibilidad. Esta no es una buena noticia para las exportaciones, principal fuente de divisas del Banco Central: las ventas liquidadas  no paran de caer, hecho agravado por la caída de los precios de las materias primas de los últimos meses -“licuando” el impacto positivo de una cosecha de soja récord- y del pobre desempeño de la economía brasileña. En este marco, priorizando el combate contra la brecha cambiaria, el gobierno “exprime” al máximo las fuentes financieras aún disponibles. En este sentido, la última emisión de Bonar 24 en la que el gobierno logró casi USD1.500 M “frescos” es una buena noticia pero lejos está de plantear que la restricción de divisas está resuelta. Por eso, estimamos que las restricciones a las importaciones continuarán limitando la capacidad de repunte del nivel de actividad (a pesar de algún relajamiento temporal).

Pero este plan de transición no puede perdurar más allá del 10 de diciembre. En este sentido cobra vital importancia cerrar definitivamente el capítulo de la reestructuración de la deuda y agilizar el ingreso de capitales por lo que la negociación con los holdouts deberá ser prioritaria. Así las cosas, independientemente de quién suceda a CFK, la dinámica que adquiera el tipo de cambio nominal dependerá de la velocidad con que se llegue a un acuerdo y de la credibilidad que genere el nuevo esquema económico. Los escenarios están abiertos para 2016.

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