Analytica

¿Estamos listos para la desinflación?

En 1990 los hermanos Young junto a B. Johnson nos preguntaban en su disco “El filo de la Navaja” si “estábamos listos”. En ese caso, ellos se referían a los buenos tiempos. Nosotros también. En particular, luego de la corrección del tipo de cambio de cambio real (TCR) y de los precios de las tarifas públicas, habiendo ajustado parcialmente la brecha externa y fiscal ¿está la Argentina lista para iniciar el proceso de desinflación luego de la fallida experiencia de 2016? La respuesta es “NI”. Estamos mejor que en aquella época pero peor que otros países comparables a la hora de iniciar el proceso. Esto implica menos flexibilidad para la política monetaria a la hora de “domar el potro” y más volatilidad nominal en un país con un alto índice de sustitución de monedas. En consecuencia, se espera un proceso más lento y más traumático que los experimentados en Chile y Colombia; países en los cuales la desinflación llevó más de 10 años con un moderado impacto en términos de actividad.

Siendo un país de inflación moderada, la Argentina estaba en 2016 en una muy mala posición para iniciar un proceso de desinflación: la suma de la brecha externa y fiscal alcanzaba los 9 puntos del producto y tenía un severo atraso de precios relativos. Incluso así, desestimando las experiencias recientes de países comparables, se propuso un ambicioso esquema de metas de inflación sin el complemento del control de agregados, como sí ocurrió en la primera de otras experiencias exitosas. Las consecuencias están a la vista. La cúpula del BCRA salió eyectada y los niveles de inflación y actividad son similares a los del inicio de la gestión Cambiemos.

Ahora bien, en la actualidad el TCR se encuentra en niveles compatibles con el equilibrio externo (véase Analytico Nº 485) y las tarifas, excepto las del transporte público en AMBA, cerca de cubrir el 80% del costo. En ese frente vamos bien. A su vez, este “inflation targeting” luce más parecido a las etapas iniciáticas que experimentaron Chile y Colombia, en las cuales el régimen puro se complementaba con el control de agregados monetarios. Sin embargo, la suma esperada de las brechas (fiscal y externa) a fin de 2018 alcanzará los -8 puntos del producto (3 de déficit en cuenta corriente y 5 de déficit fiscal). Sólo para ilustrar, en Colombia la suma de las mismas era de “+1” (+2 en cuenta corriente y -1 en las cuenta públicas) al iniciar el proceso de metas de inflación (1992) y en Chile (1990) “-1” (-1,5 en cuenta corriente, +0,5 en las cuentas públicas). La suma de las brechas puede entenderse como el orden de magnitud de un doble condicionante: por un lado, el Banco Central pierde grados de libertad a la hora de definir la política monetaria y, por el otro, la nominalidad se vuelve mucho más volátil. En el marco del régimen de metas de inflación, esto redunda en una sobre-determinación de la tasa de interés de política, lo cual intrusa el objetivo de desinflación. Es decir, la tasa de interés cumple más de un rol: debe contener la suba de precios y atender a los desequilibrios externos.

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La devaluación “reseteó” la gestión Cambiemos. Nos llevó sin escalas a niveles de 2016 en términos de actividad y de indicadores sociales. Existe sin embargo una diferencia importante respecto a ese año: el “mix” de precios relativos luce ahora sostenible.

En este escenario, con una BCRA más pragmático y ajustado a las diversas “vicisitudes vernáculas”, el proceso de desinflación parece posible aunque mucho más “traumático” en términos de volatilidad y nivel de actividad si lo comparamos con las experiencias mencionadas. Esto es, el proceso de ordenamiento de la economía parece más cercano a su fin y la gestión actual está en condiciones de “montar” la economía sobre este sendero de precios relativos. No sólo porque dan las señales correctas a la producción, sino también porque garantizan la sostenibilidad macro. Desafortunadamente, este último concepto no es electoralmente rentable y, por lo tanto, la coyuntura nos enfrenta a una disyuntiva: ¿cuánto populismo requiere Cambiemos para re-elegir? En la respuesta a esa pregunta está implícita la combinación de tipo de cambio, tasas de interés y salarios (reales) necesarios para ganar las elecciones. Veremos que dicen las encuestas una vez que las coaliciones estén conformadas. Habrá que esperar hasta marzo de 2019.