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EL TIPO NO CAMBIA

La política cambiaria no se toca. A pesar de la presión que está sintiendo el mercado paralelo y la fuerte caída de las exportaciones, el gobierno confía llegar a las elecciones sin acelerar el ritmo devaluatorio. Las elecciones se realizarán en un contexto donde la dolarización de carteras le pondrá presión a la brecha cambiaria. Pasado el contexto electoral, el gobierno deberá dar una clara señal en materia cambiaria para evitar mayores sobresaltos.

Concretamente, gracias a la “apertura heterodoxa” de la cuenta financiera y con la administración “día a día” de la demanda de divisas, siendo los importadores privados los que más sienten este tipo de medidas, el BCRA estabilizó las reservas internacionales en torno a los USD34.000 M y logró la ansiada “pax” cambiaria. Fiel a su costumbre, con reservas estables y un mercado cambiario equilibrado (pese a que esta parte del año es la más holgada dada la mayor liquidación del agro), el tipo de cambio oficial tuvo un recorrido muy previsible: en el primer semestre la devaluación promedio fue de apenas 1% al mes, prácticamente sin volatilidad, acumulando en los últimos doce meses un alza de 11%, casi la tercera parte de la inflación aunque la mitad de la tasa de interés. Esta brecha entre el dólar y las tasas ha sido el principal determinante para el repunte de los depósitos a plazo fijo.

La política económica kirchnerista no es muy adepta a la volatilidad del tipo de cambio y sólo devaluó por encima del 1% mensual en dos ocasiones: durante la Gran Recesión global, entre octubre de 2008 y marzo de 2009, el dólar acumuló una suba de 20% (al 3% mensual), y entre julio de 2013 y febrero de 2014, cuando se perdieron USD9.500 M de reservas y el dólar subió 44% entre puntas (5% por mes). Así las cosas, aún con un mercado cambiario deficitario, con una mayor presencia de los swaps de China para disimular la pérdida de reservas, el BCRA mantendrá el actual “statu quo” cambiario; proyectamos un dólar oficial en torno a $9.60 al final del mandato de CFK.

Con inflación que no baja del 2% mensual, un dólar fortaleciéndose en el mundo, y el impacto del “asunto griego”, el atraso cambiario se profundizará. De hecho, de acuerdo al ITCRM (Tipo de Cambio Real Multilateral) en los últimos doce meses el peso se apreció 26% y terminará el año en el mismo nivel que en diciembre de 2001, y medido contra el dólar estará 20% más barato que 14 años atrás.

Este proceso de apreciación tiene su correlato directo en las exportaciones, en especial en las industriales que desde 2011 acumulan una caída de más del 35% (de USD29.000 M a USD19.000 M). Con el agro aportando menos divisas por precios internacionales más bajos y con un déficit energético estructural (este año por debajo de las previsiones, de todos modos), para estabilizar el saldo comercial sólo es posible apelando a nuevas restricciones a las importaciones de la industria. Es evidente que un nuevo gobierno no podrá resistir mucho tiempo con la industria en retroceso continuo,

Ante este panorama, , la presión sobre el mercado paralelo se está haciendo notar y la brecha entre el dólar oficial y el paralelo volvió a subir en estas semanas, aproximándose nuevamente al 50%.

Si bien reacomodar el nivel del dólar podría reducir la brecha, no será suficiente. Con una economía en la que la inversión en los últimos cuatros años tuvo un muy pobre desempeño y con la industria con escasa capacidad ociosa, la salida vía corrección del tipo de cambio sería muy costosa. La inflación licuaría rápidamente toda la ganancia de la devaluación, con importantes costos sociales y políticos. Tampoco es viable esperar un shock de exportaciones como el generado entre 2002 y 2011. La alternativa más “confortable” sería la de financiar el faltante de divisas con financiamiento externo genuino. Cerrar capítulos del pasado, como el de los “holdouts”, de manera integral aparece en la lista de prioridades para abrir definitiva e inteligentemente el financiamiento externo.

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