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CUIDADO CON LOS PRECIOS

El nuevo IPC nacional (IPC-Nu) resulta un paso importante porque es un indicio claro que las distorsiones en las mediciones de la inflación pueden haber quedado atrás. Ahora, el aumento en los precios minoristas resulta más creíble: 3,7% en enero y 10% en los últimos cuatro meses, reconociendo que la inflación ya está por encima del 30% anual. Está claro que no se resuelve el problema de fondo, pero acota las especulaciones respecto de su verdadero valor y mejora las posibilidades de un acercamiento a los mercados financieros. Ahora bien, sin un plan integral, la inflación licuará las ganancias de competitividad logradas tras la fuerte devaluación de enero. En consecuencia, no bajará la tensión sobre el mercado de cambios y muy pronto el gobierno estará nuevamente frente a la disyuntiva de perder reservas o volver a devaluar.

Si bien desde 2012 se aceleró la tasa de devaluación, debido al persistente incremento de la inflación, el tipo de cambio real multilateral (TCRM)* recién dejó de caer en septiembre, cuando la devaluación se aceleró casi a 3% mensual favorecida por la apreciación del dólar a nivel global. En enero, luego del fuerte aumento del tipo de cambio, alcanzó valores similares a los de principios de 2012. El problema es que la salida de capitales financieros también está generando una depreciación de las monedas de nuestro principales socios comerciales (Brasil, Chile, México), complicando el objetivo de recuperar competitividad. Por caso, el Real brasileño bajó 9% desde noviembre y ya se encuentra en sus mínimos de 2008.

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El contexto internacional indica que durante los próximos meses continuarían las tensiones monetarias en los países emergentes (Rusia, India, Indonesia, etc). Las cosas se podrían complicar aún más si los commodities acentúan la tendencia bajista. Recuperar la competitividad cambiaria con el objetivo de relajar la restricción externa es un desafío aun mayor que tiempo atrás. Es por ello que el gobierno no tiene margen; debe poner todos sus esfuerzos para controlar la inflación.

En este sentido, los “precios cuidados” no son suficientes. Desde 2006 el gobierno viene abusando de la herramienta sin resultados. Previsiblemente, a lo largo de la historia los gobiernos, aquí y en el mundo, han tratado de fijar salarios y precios. En el antiguo Egipto, en Babilonia, en China, en India, en Roma, por citar sólo algunos ejemplos, siempre terminaron fallando o generaron efectos muy dañinos. Cuando fallaron, como usualmente pasaba, los gobiernos siempre culpaban a la maldad y a la falta de honestidad de los agentes económicos en lugar de a la falta de efectividad de las políticas oficiales. La historia demuestra que si bien pueden tener algún impacto en el corto plazo, siempre fallan en el largo porque no atacan las causas última de la inflación.**

En la Argentina, los acuerdos lanzados por el gobierno en enero no sólo son más de lo mismo; también llama la atención su escaso alcance y profundidad. Se concentran en unos 200 productos básicamente alimenticios, que representan menos de 2% de los bienes que se ofrecen en un supermermercado tipo. Y lo que es más llamativo, los supermercados concentran sólo el 30% de los ventas del canal minorista. Los almacenes o autoservicios de barrio son el canal más relevante y con ellos no existen acuerdos de “precios cuidados”. Ni hablar de la situación del interior, dónde los controles son escasos y la oferta, insignificante.

No extraña así que la inflación de enero haya alcanzado 30% en términos anuales, dejando un piso elevado para los próximos meses, cuando se hará más presente el efecto del traslado a precios de la devaluación. Si se avanza con el ajuste de las tarifas, el nivel de precios subirá un nuevo peldaño.

De consolidarse la inflación en porcentajes superiores al 30%, los incentivos a ahorrar en dólares seguirán presentes a pesar del aumento en las tasas de interés de las últimas semanas. En otros términos, la suba de tasas compensa la inflación pasada pero no la esperada en función de esta dinámica.

En este contexto, parece difícil que la devaluación sea suficiente para restringir la salida de capitales en el corto plazo y frenar la caída de las reservas internacionales, pese a las compras coyunturales de estas semanas por los cambios regulatorios sobre las tenencias mínimas de dólares en los bancos y las crecientes restricciones al pago de importaciones y deuda del sector privado.

El gobierno es consciente y parece apostar al ingreso de capitales para apuntalar las reservas. Es en ese marco donde se debe analizar el lanzamiento del nuevo IPC. Si lograra, como se presume, la aprobación del FMI, el país tendría un mayor margen de negociación, mejorando en consecuencia la posibilidad de colocar deuda externa a menores tasas. Pero no se deben repetir los errores del pasado; si no se observan cambios macroeconómicos profundos, el nuevo endeudamiento sólo servirá para paliar las consecuencias y no atacar las causas de los problemas.

* Es el precio relativo de los bienes y servicios en Argentina respecto a los de sus principales socios comerciales. 
** Cuarenta siglos de controles de salarios y precios” de Robert L. Schuettinger y Eamonn F. Butler.